Carlos GIL Analista cultural
Antes del diluvio
Desde aquellos tiempos de oratoria fantástica de un realismo sobrevenido, hasta el surrealismo, se sacrificaron muchos corderos en altares insumisos o en piras apostólicas para calmar el hambre de notoriedad. Hubo un momento de inflexión cuando alguien quiso decir amor y se atragantó con un hueso de ciruela. Entonces escribió un poema con signos borrosos que interpretaron los ancianos como un himno. El poeta se hizo anacoreta, renunció a su amor y escribió su epitafio: «el ratón se come al gato y las flores crecen boca abajo». Una bacante se lo tatuó en un brazo, mientras un citarista le puso una música que hizo salir a legiones de gnomos en una gran parada del amor libre. Entonces, llegó un monstruo que cosificó la creación en mercado. Después, el diluvio.