El regreso de los bustos parlantes
«Morning Glory»
Una comedia de Paramount hecha según la receta tradicional infalible, que no ha funcionado comercialmente, lleva a pensar en el posible desgaste del estelar Harrison Ford o en el cambio de los gustos del público.
M.I. | DONOSTIA
«Morning Glory» tenía todos los ingredientes para ser un éxito, pero el público no ha respondido según lo esperado. Tanto el equipo técnico como el artístico son una equilibrada combinación de veteranía y juventud, pensada para llegar a espectadores de todas las franjas de edad. Está el exitoso realizador de la comedia británica «Notting Hill», Roger Michel, la guionista de «El diablo viste de Prada», Aline Brosh McKenna y el encumbrado productor televisivo J.J. Abrams. Eso de detrás de las cámaras, porque delante la presencia de la ascendente Rachel McAdmas compensa a los ya pasados de moda Harrison Ford y Diane Keaton.
Por si todo ello fuera poco el argumento se inscribe de lleno en la actualidad del mundo de la televisión, con la oportunidad de ver la trastienda de los programas matinales que buscan audiencia adornando los informativos con fórmulas de entretenimiento. Tal vez lo que no ha atraído al gran público es la caracterización del veterano Harrison Ford como un presentador de la vieja escuela al que le cuesta amoldarse a los nuevos tiempos de la información servida como un show, como un espectáculo. Vendría a ser el equivalente estadounidense al defenestrado Iñaki Gabilondo, por citar un ejemplo más cercano.
La caricatura del busto parlante se basa en el hecho de que, a pesar de que haya ido perdiendo popularidad, no se despega de su arrogancia. La enérgica nueva productora del programa se apoya en la letra pequeña de su contrato para obligarle a compartir la cabecera con otra experimentada presentadora, pero que maneja un estilo más simpático, dicharachero y extrovertido.
Y es así como Harrison Ford se encuentra atrapado entre Rachel McAdams y Diane Keaton, dos mujeres capaces de dejarle en ridículo por su falta de aperturismo. Cierto es que es un tipo de conflicto que remite a la guerra de sexos, motor de la comedia clásica de Hollywood, y que hoy en día ya no tiene tanto predicamento a falta de estrellas que sean amadas después de cumplir los 18 años.