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Imanol Intziarte Periodista

Recordando a mis amigas las agujetas

Año nuevo, vida nueva, reza el saber popular. Entre la multitud de planes que se hacen por estas fechas, uno de los más habituales suele ser el de volver a hacer deporte. Dicho y hecho, que estamos más oxidados que la cintura del Robocop y es bastante patético jadear como un perro tras esprintar veinte metros para alcanzar ese bus de línea que se nos escapa.

Siempre había una buena excusa para no calzarse las zapatillas. Mejor quedarse en el bar tomando un café y leyendo los periódicos. Hasta que de repente ves la luz y, sobre todo, las estrellas. Por el dolor. Que te intentas poner en cuclillas para recoger algo y las rodillas te pinchan como si te hubieran clavado un destornillador en la rótula. Que tratas de hacer lo mismo doblando la cintura, te cruje la columna y no te pone recto ni dios, así venga en forma de Nacho Vidal. Que giras el cuello y te suenan las cervicales como si te estuvieran agitando un cubilete de dados.

De ese cajón de sastre en el que guardamos una heterogénea colección de objetos y cachivaches con la convicción -falsa, casi siempre- de que serán útiles en el futuro, repescamos la tarjeta del polideportivo, que abonábamos religiosamente. Mochila al hombro, paso por el vestuario y entrevista con el monitor, a ver si nos hace un bonito programa de fiestas.

«¿Lesiones en un pasado más o menos cercano?», interroga. «Toma lápiz y papel, majo, que lo vas a flipar». Acabada la letanía, el muy valiente aún es capaz de repreguntar: «¿Algo más?». «Te parecerá poco, no te jode», piensa uno para sí mismo mientras niega con la cabeza, que tampoco es cuestión de que se encabrone y nos mande doscientas abdominales de buenas a primeras. «¿Y que objetivo tienes?», continúa el tipo. Lo cierto es que, ya puestos a pedir, molaría para el veranito próximo tener el físico de un modelo de 22 años, pero va a ser que no. Nos conformaremos con no escupir el hígado al mínimo esfuerzo. Hasta ahora el único progreso ha sido recordar qué son las agujetas y ahorrarse lo que costaba el café, pero el ánimo sigue intacto. A ver lo que dura.

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