El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, fue investido ayer, por cuarta vez consecutiva, como presidente ante el embajador ruso en Minsk, en una ceremonia que fue boicoteada por Estados Unidos y la Unión Europea.

Con la mano sobre la Constitución, el mandatario se comprometió «a respetar y preservar los derechos humanos y la Constitución de Bielorrusia», durante un acto retransmitido en directo por la televisión.

Su reelección el 19 de diciembre, con cerca del 80% de los votos, fue seguida por una manifestación de varios miles de personas que denunciaron fraudes masivos y que se saldó con más de 600 detenciones.

El presidente de Bielorrusia declaró que proseguiría la cooperación con socios «estratégicos», tales como «Rusia, Ucrania, China y Venezuela, así como con la UE y EEUU».

Criticado por Occidente, Lukashenko operó un acercamiento con Rusia, su tradicional aliado, con el que las relaciones se habían enfriado últimamente.

El jueves, Rusia prometió suvencionar hasta por 4.100 millones de dólares las ventas de petróleo ruso a Minsk.