Lo que está ocurriendo con Nafarroa Bai está llegando demasiado lejos. Sus implicaciones van bastante más allá de lo que es la conformación de un sujeto electoral, la situación en Nafarroa o las derivadas en la apuesta por un futuro de soluciones que encara el país. La escalada de declaraciones con un lenguaje venenoso, los ultimatos y las exigencias de pronunciamientos rotundos y definitivos está generando una comprensible sensación de amargura entre la gente abertzale de izquierdas; y además, retrata una clase de políticos que está irresponsablemente deteriorando la política vasca tanto ética como estéticamente hasta un punto de consecuencias muy dañinas para el país, que simboliza el fracaso colectivo de un esfuerzo conjunto, de una apuesta que debe hacerse entre todos y que será exitosa si sus resultados lo son también para todos.

No es sólo el daño que hacen a la contenida ilusión y la confianza en las propias fuerzas que se va recomponiendo en el país; ni siquiera lo poco o nada que limpian y sanean la atmósfera políticos tan poco oxigenantes; o su incapacidad para canalizar el camino de una solución como bien común. El triste y deprimente espectáculo está proyectando una política sin altura ética ni aspiración estética, una política polarizada y bloqueada, que amplifica un sentimiento de frustración. Unos políticos incapaces de llegar a compromisos racionales que ofrezcan a la gente ganancias parciales, de hacer concesiones en favor de honorables razones, de anteponer el altruismo moral por delante de intereses propios y cortoplacistas.

El bien común de una solución para todos debiera ser el principio y el fin ético de la política vasca. Con políticos guiados por una búsqueda de las mejores decisiones y acciones, de aquellas que producen las mejores consecuencias para la mayor cantidad de ciudadanos, de estatura para pensar en las implicaciones que sus decisiones tendrán en las próximas generaciones y no sólo en las venideras elecciones. Una política que en su esencia aspire a la elegancia y, en la percepción de los ciudadanos, cultive la nobleza de unos ideales y promesas.