Oihana Llorente Periodista
Entre máscaras y disfraces
El estruendo de los cencerros ha despertado Malerreka de la mano de los joaldunak de Ituren y Zubieta. Esta vez, sin embargo, no parecen haber despejado la zona malos espíritus.
La máscara es el rostro del carnaval. Este año las parodias carnavalescas se dilatarán más allá de la cuaresma, por lo que tendremos que tener cuidado con los lobos que acechan con piel de cordero.
A cuatro meses de la cita electoral, no hay por donde caminar en nuestros pueblos y ciudades. La crisis no parece hacer acto de presencia y las instituciones rubrican curiosas edificaciones sin ton ni son.
Caldeado está el ambiente en Nafarroa. Patxi Zabaleta arremete incluso contra este periódico en su web. Su formación, PNV y los independientes de Uxue Barkos rompen NaBai por miedo a perder su cota de poder.
Ajeno a todo ello, la protagonista de las peores pesadillas del arco político está inmersa en un sincero ejercicio de participación ciudadana. Lejos de las patrañas que se hacen por estos lares en nombre de la participación ciudadana, la izquierda abertzale ha optado por dar las riendas del cambio a la ciudadanía, y de manera especial a aquellos colectivos invisibles a los ojos de las instituciones.
Buzoneando cuestionarios en todos los domicilios de Euskal Herria o tocando a la puerta de organizaciones sociales, la izquierda abertzale quiere dar la palabra y la decisión a los que deberían ser los grandes protagonistas de la democracia, los ciudadanos. Recoger las impresiones de los trabajadores y las propuestas de las mujeres, las ansias de los jóvenes y la situación de los inmigrantes y hacer con todo ello un programa electoral.
El carnaval, más allá del colorido y la fantasía, ha contado siempre con una marcada función social, al ser empleado por los ciudadanos para parodiar al poder establecido. Cojamos el testigo y empleemos estas fechas para la crítica social y para apostar por otro tipo de políticas. Hagamos, además, que todos los días sean carnaval.