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Raimundo Fitero

La náusea

Por mucho que quieren decorar su actuación, los de «La Noria» llevaron la desvergüenza hasta el límite de lo comprensible. Someter a los padres de Esther, la niña violentamente asesinada en Arriate a una entrevista en el plató bajo las preguntas de los más morbosos seres de la historia de la televisión, solamente nos puede producir una náusea. En primer lugar porque no tiene ningún valor periodístico; porque interfiere en las labores de investigación: porque usan a unos seres traumatizados para subir audiencias a cambio de un puñado de euros y porque es indecente comerciar con el dolor ajeno.

Todo ello sin entrar en lo que tiene de falta de ética profesional al saltarse cualquier mínima noción de presunción de inocencia del muchacho detenido, porque se basan solamente en filtraciones policiales, pero colocadas las filtraciones en las manos de Nacho Abad, se convierten en principios superiores de toda verdad por lo que siguiendo su argumentación el reo podría ser juzgado inmediatamente y condenado en grado máximo.

Lo que da coraje es que aparezca en un plató para repetir su amarillismo, su morbosidad, la reina de la náusea en aquél tristemente famoso caso Alcásser, con una Nieves Herrero repitiendo preguntas infumables, obvias, lamentables, para remover las heridas emocionales de unos padres que mantienen una entereza fuera de lo normal. Una entereza que no debería resquebrajarse en este tipo de encerronas, que no ayudan a casi nada más que a crear una alarma social sobre lo de siempre. La inseguridad ciudadana, el cumplimiento de las penas, la mayoría de edad penal, y toda esa retahíla de conceptos retrógrados y reaccionarios sobre la justicia que se alimentan de manera indecente, para regodeo de las derechas más extremas.

Arrancar, además, el programa con esta presencia tan dolorosa, deja a todos enmarcados, por mucho que se intente crear ambientes más propicios para el entretenimiento, o una supuesta ilusión, debate o pelea de gallos seudo política. La náusea se mantiene. Y hasta el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, tan dicharachero, populista y apaisado se nos torna más revirado que nunca.

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