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Una legión de niños malvive en las calles acechadas por el peligro

La situación de desamparo en la que se encuentran los miles de niños que malviven en calles de las mayores urbes de Indonesia es explotada por gente sin escrúpulos, incluidos pederastas. L

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Paula REGUEIRA LEAL | EFE

El caso del vendedor ambulante de juguetes al que la Policía detuvo tras abusar de 96 menores demuestra la indefensión y los peligros que acechan a la legión de niños que deambulan por las calles de Yakarta y otras grandes urbes del país, y que, según admiten las autoridades, son unos 50.000. Un número que Unicef desconoce, aunque no descarta que pueda ser mayor dado que tan solo un 40% de los menores de cinco años están censados.

«No sabemos de cuántos niños estamos hablando pero, a pesar de que es posible que no sea un porcentaje muy grande en un país como Indonesia (con 240 millones de habitantes), podemos estar hablando de miles y miles de menores que malviven en las calles», responde Karen Manda, experta de Unicef.

Entre ellos hay dos grupos bien diferenciados: los niños que al carecer de un hogar duermen donde pueden o donde les dejan, y aquellos a los que la desatención familiar les lleva a vagabundear por las calles de la ciudad.

En Yakarta y otras grandes urbes del país es una estampa casi corriente ver deambular a estos niños por las aceras, limpiando los parabrisas de los coches a cambio de unas monedas, cargando con la caja de limpiabotas para ofrecer su servicio, vendiendo diarios o pidiendo limosna.

Brebes, huérfano de padre, sobrevive en las apelotonadas calles desde que escapó de la casa de un familiar al que la madre encomendó la custodia antes de emigrar a Oriente Próximo para trabajar.

El pasado y presente de este chiquillo es similar al de otros tantos que, por desesperación, caen en las fauces de la prostitución, más floreciente en los barrios marginales y las zonas industriales, o son explotados en talleres ilegales de los suburbios que emplean a menores como mano de obra barata.

«Cuando limpiaba zapatos, uno de mis clientes abusó sexualmente de mí y luego me dio 3.000 rupias (33 centavos de dólar o 25 céntimos de euro)», relata Amran, de 19 años, al recordar su situación cuando tenía ocho.

Más niños que niñas

La experta de Unicef explica que la mayoría de los menores que subsisten en las calles son varones, tendencia que atribuyó a que en la cultura indonesia «una niña es considerada menos conflictiva, ayudará en las labores de la casa y a cuidar a bebés o ancianos».

Aunque en porcentaje mucho menor, también en las calles hay niñas en similar situación de desamparo ante pederastas como Mochammad Davis Suharto, condenado recientemente a quince años de prisión por abusar de quince niñas de entre 9 y 12 años.

Las organizaciones no gubernamentales de Indonesia comprometidas con la asistencia social estiman que al torno a un tercio de los cerca de 9,5 millones de habitantes de Yakarta vive en la pobreza, y achacan a ésta la existencia de esa persis- tente lacra.

Casi todas las administraciones han adoptado alguna medida para tratar de detener este problema, que van desde la reubicación de familias, la imposición multas y hasta penas de cárcel a los donantes de limosnas a la prohibición de la venta ambulante o de habitar en chabolas levantadas en espacios públicos.

«[Los niños] han creado una auténtica subcultura, están muy organizados, forman grupos con cadenas de mando, que llegado el caso, les provee de protección», apuntó Manda.

Para la organización no gubernamental Consorcio de Pobres Urbanos el problema en Yakarta «es la pobreza y la falta de trabajo, no la disciplina en las calles».

 

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