Una polémica con los pies de barro y mucha ciencia ficción
Natxo MATXIN I
Es más que probable que hoy Anoeta no reciba con mucho cariño a Osasuna al entender que lo ocurrido hace casi cuatro años en El Sadar fue una «traición». A muchos de quienes silben la salida de los jugadores rojillos sólo les habrá llegado una versión incompleta de lo que por entonces ocurrió.
Para entender mejor lo sucedido, hay que remontarse al final de la 2000-01 cuando la escuadra navarra se libró del descenso in extremis en Anoeta. Algo que fue posible gracias a que la Real se había salvado en la jornada anterior en San Mamés, en un encuentro en el que el Athletic tampoco tenía nada en juego. Hay quien asegura que lo sucedido en la Catedral fue una jugada a tres bandas y condición sine qua non para que se diera el resultado del estadio donostiarra una semana después. Más claro, agua.
Por tanto, el intento de equiparar la situación de ese 17 de junio de 2001 a la del 27 de mayo de 2007 tiene los pies de barro. Para empezar porque la coyuntura no es la misma ni por asomo. La Real estaba matemáticamente salvada en 2001 y Osasuna, seis años después, no. Otra cosa es que Miguel Ángel Lotina, técnico txuri urdin por aquel entonces y que también fuera preparador rojillo, tratara de agarrarse al clavo ardiendo de dar por salvados a los anfitriones antes de tiempo, pero la jugada no coló.
Mientras tanto, año tras año, seguimos desenterrando rencillas de ficción, con el riesgo añadido de que a alguien le dé por actuar ante una violación del reglamento.