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ARCO clausura una edición marcada por la vuelta a la normalidad

ARCOmadrid cierra hoy sus puertas. Ha sido una edición más pequeña y relajada que la del pasado año, envuelta por la crisis entre IFEMA y los galeristas. Pero una nueva dirección, otra organización de algunos aspectos de la feria y unos galeristas ilusionados, han dado un empujón positivo al buque insignia del coleccionismo en el Estado español.

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Mikel CHAMIZO

En ARCO, la feria de arte contemporáneo más importante del Estado español, hay stands que siempre están repletos de gente. Uno de ellos es el de la galería Marlborough, asentada en ciudades como Londres, Nueva York o Tokio, y que este año ha traído a la feria piezas de Lipchitz, Botero, Manolo Valdés o Juan José Aguerreta, además de uno de los cuadros estrella de esta edición, el hiperrealista «Madrid desde torres blancas» de Antonio López.

Sin embargo, en el momento en que este corresponsal llegó a la Marlborough, el verdadero gentío se encontraba fuera de la galería, observando atentamente las evoluciones de una bolsa de papel de McDonald's que se movía y retorcía por los suelos. Todos pensábamos que se trataba de alguna instalación de la galería, hasta que llegó un miembro de seguridad para retirarla, momento en que un chaval jovencísimo salió de entre el público, le arrebató la bolsa de las manos al guarda y salió corriendo. Los espectadores de la espontánea performance nos miramos unos a otros con cara de bobos, pues no habíamos sabido diferenciar entre lo que era una pieza de ARCO y lo que no. Pero esa es, en realidad, la gran paradoja de una feria de arte contemporáneo que tiene una aceptación popular inmensa y dos tramos bien definidos: una primera parte el miércoles y el jueves, dedicados a los profesionales, durante los cuales las galerías realizan la mayoría de sus transacciones, y el fin de semana, abierto al público general y en el que la feria se transforma en una inmensa exposición de las últimas tendencias artísticas, que atrae a multitudes a pesar del elevado precio de la entrada.

Este año, no obstante, se respiraba un ambiente diferente en ARCO: algo menos de gente, menor número de galerías y más espacio entre ellas y la ausencia de la tradicional moqueta eran los primeros signos visibles de una feria que este año ha encauzado nuevas prioridades tras la tormentosa edición del año pasado, que a punto estuvo de no celebrarse debido a una crisis entre los galeristas y la dirección de IFEMA, y que finalmente se saldó con la salida de la donostiarra Lourdes Fernández de la dirección de ARCO.

Ignacio Múgica, de la galería Carreras-Múgica de Bilbo, que tomó parte muy activamente en los sucesos del año pasado, se muestra ilusionado con este «cambio de tendencia» de la nueva dirección de Carlos Urroz: «La pasada edición hicimos ver la fuerza de las galería planteando un plante de las galerías -explica Múgica-, porque aunque la feria sea de IFEMA, las ferias nos jugamos aquí el pellejo, y este año la dirección nos ha respetado». Según Múgica, que ha llevado hasta ARCO una representación de piezas que mezcla nombres internacionales con artistas vascos -Erlea Maneros, Pello Irazu o Asier Mendizabal entre otros-, este año se ha notado un incremento de coleccionista extranjero, y cree que eso es fruto del trabajo de la dirección por hacer «hincapié en la calidad» de la feria.

Juan Ignacio García Velilla, de la galería donostiarra Altxerri, tiene un punto de vista similar: «este año se ven menos obras estrafalarias -opina García Velilla-, de esas que buscan llamar la atención del público. Parece que la mayoría de las galerías han apostado por piezas más serias».

Quizá sea por el contexto de crisis económica, pero es cierto que en el ARCO de este año se han visto menos obras fastuosas que sólo pueden permitirse comprar las instituciones. Las había, como en la madrileña Max Estrella, presidida por una versión enorme de la escultura de David Canogar que tanta atención llamó el pasado año. Pero en general, parece que ha habido un ligero giro hacia el coleccionista privado, algo que además se ha potenciado desde la propia ARCO con la iniciativa First Collector, un servicio de asesoría para aquellos que quieren iniciarse en el complejo mundo del coleccionismo de arte. Altxerri se mueve en ese mercado y su director reconoce que, aunque «se podía haber vendido más, los negocios no han ido tan mal». En su pequeño stand, dentro de la sección ARCO40, que sólo permite exponer a tres artistas (en su caso Carmen Calvo, Pamen Pereira y Eva Loots), se respiraba un aire de tranquilidad para una galería que el pasado año no pudo estar en ARCO por motivos económicos.

Una de las tradiciones de la historia reciente de ARCO, que este año celebra su 30. edición, es la de invitar a un país extranjero. En esta ocasión le ha tocado a Rusia, un mercado artístico emergente y con un enorme potencial, que ha experimentado un gran crecimiento desde la disolución de la Unión Soviética. El Focus Rusia de ARCO coincide además con el Año Dual Rusia-España, en el que están programadas más de 300 iniciativas para acercar las culturas de ambos paises.

Hasta ARCO han llegado un total de ocho galerías, la mayoría de Moscú, pero alguna de centros artísticos menos conocidos como San Petersburgo o Vladivostok, que han traído a artistas como Andrey Kuzkin, Haim Sokol, Marina Alexeeva o Boris Kazakov. Pero, a diferencia de otros años, la nueva dirección de ARCO ha optado por repartir las galerías rusas por todo el recinto de la feria, en vez de reunirlas todas en un área común. Moisés Pérez de Albéniz, director de la galería iruindarra del mismo nombre y miembro del comité de galeristas de ARCO, cree que ha sido una decisión acertada «porque fomenta el intercambio y la igualdad entre las galerías».

Pérez de Albéniz ha notado también un público diferente, «más doméstico», y un ritmo de ventas que ha ido «más lento que otros años». «Pero es normal, tampoco estamos en tiempos de grandes alegrías. Lo que pasa es que las galerías trabajamos muy duro de cara a esta feria: yo empecé en setiembre a pensar en lo que iba a exponer, a hablar con los artistas y a prepararlo todo. Y aunque las ventas empezaron despacio, al final la cosa no está yendo tan mal y casi todos los días está saliendo algo».

La experiencia de Pérez de Albéniz, que ha llevado a ARCO a sus artistas habituales, nombres como Fernando Pagola, Iñaki Garmendia o Jon Mikel Euba, difiere un poco de la sensación generalizada entre los galeristas, que fue la de un gran optimismo tras un primer día de feria en el que las ventas parecieron ir muy bien. Pero aquello se quedó en simple espejismo, y la feria, en cuanto a negocios, se ha desarrollado de manera similar al pasado año, al menos desde el punto de vista de los galeristas vascos.

Petra Pérez, directora de la galería bilbaína Vanguardia, cree que las ventas «no han sido nada espectaculares», aunque tampoco está muy satisfecha con la localización de su stand, encajado entre otros dos en una calle lateral del recinto. «Lo mejor, sin lugar a dudas, es estar en una esquina, porque es lo que te da más visibilidad. Como no ha sido así, nos ha tocado aguzar el ingenio», explica Pérez, que este año ha llevado a ARCO a autores como Joan Fontcuberta, Rut Olabarri o Mabi Revuelta.

ARCO es una fuente contínua de polémicas: algunas casi trágicas, como la del pasado año, otras que pasan más desapercibidas. Pero la realidad es que, desde hace unos años, nadie parece tener muy claro cuál es el papel exacto que ARCO desempeña dentro del mundo del arte en el Estado español, y las críticas que se generan en algunos círculos son muy severas con la feria. Fernando Illana, de la galería gasteiztarra Trayecto, (que ha llevado piezas de Aitor Lajarín, Juan Luís Moraza o Fernando Sinaga) advierte sobre este punto: «No entiendo muy bien por qué en febrero, coincidiendo con ARCO, se retoman siempre los problemas del arte contemporáneo en el Estado. Yo entiendo que el problema del arte contemporáneo en España no es ARCO, esto no es tan importante como para que eso sea así y, además, tampoco es el escenario adecuado para hacer algunas revindicaciones que tienen muy poco que ver con que una galería vaya a una feria a vender y a trabajar. Los problemas del arte contemporáneo en este país son mucho más profundos, y tenemos el resto del año para debatirlos», defiende Illana.

 

El regreso de Helga de Alvear tras su SONADO «NO» del pasado año

Una de los clásicos de ARCO es el stand de Helga de Alvear, toda una institución en el galerismo del Estado español. Su ausencia el año pasado, en protesta por la organización, fue muy sonada por la manera en que se materializó. No tenía stand, pero decidió instalar en su lugar, y durante los días que duraba la feria, el «NO global tour» de Santiago Sierra, dos enormes letras, «ene» y «o», que han ido viajando por diversos países del mundo.

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