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Isabel Castro García ESK

Lo que faltaba a las mujeres: la reforma de pensiones

Parece que la igualdad es un capricho, sólo se puede practicar cuando la situación económica lo permite; en tiempo de crisis es un «lujo/adorno» prescindible

Este 8 de marzo, una vez más, nos toca salir a la calle a denunciar que los recortes de derechos sociales, en este caso la reforma de las pensiones, nos afectan más a las mujeres. Por lo de siempre, por la desigualdad entre hombres y mujeres.

El contexto de crisis económica está sirviendo para que el poder económico y político continúe con su estrategia neoliberal, aumentando los beneficios de unos pocos a cambio de recortar los derechos de muchas personas, manteniendo la actual estructura heteropatriarcal de desigualdad entre hombres y mujeres.

Tras los miles de millones regalados a la Banca, lo primero que hizo el Gobierno fue destinar una partida importante de dinero para fomentar el empleo, eso sí, en sectores masculinizados como la construcción y para corto periodo de tiempo, para un empleo que se sabía que no tenía continuidad. ¿No se podía haber optado por crear empleo estructural que facilitara el desarrollo de la Ley de Dependencia, creando los servicios públicos necesarios para atender la gran demanda existente de atención a las personas con algún grado de dependencia? ¿O haber apostado por la creación de guarderías y plazas en educación de 0 a 3 años?

Después llegaron los recortes en materia social y de avance hacia la igualdad, quedando relegadas ayudas a la «conciliación» y «cuidado de las personas» y postergando la ampliación del permiso de paternidad que por ley tendría que haber entrado en vigor en 2011; la supresión del ministerio de igualdad, etc.

Entre tanto, nos ha llegado la reforma laboral, abaratando el despido, flexibilizando las jornadas y potenciando el empleo a jornada incompleta, medidas todas ellas que, perjudicando al conjunto de la clase trabajadora, tienen en sí mismas un componente especialmente gravoso para las mujeres.

¡Y lo que nos faltaba! Ahora, a través de la reforma de las pensiones, y de la mano de CCOO y UGT, nos han alargado la vida laboral hasta los 67 años, necesitando 37 para cobrar el 100% y ampliando a 25 años el plazo para realizar el cálculo sobre el que se establece la cuantía de la pensión, medidas que suponen abaratar nuestras pensiones de aquí en adelante.

En el caso de las mujeres, dadas nuestras carreras laborales inestables y con salarios menores, el impacto de la reducción de las pensiones futuras será mucho más intenso que entre los hombres, y para ello sólo hay que ver cuál es la situación actual previa a la reforma:

-Las mujeres cobran un 27,7% de salario y un 30,8% de pensión menos que los hombres.

-Una de cada cuatro personas jubiladas anticipadamente entre los 60 y los 64 años es mujer.

-De las personas que hoy se jubilan con 65 años, la media de las mujeres es de 30 años cotizados, mientras que la media de los hombres es de 41 años.

Tanto la ampliación de la edad de jubilación como la de ampliar los años para el cálculo de ésta sin haber superado las desigualdades que existen en el mercado laboral suponen una penalización aún mayor para las mujeres.

Lejos quedan las buenas intenciones de trabajar por una igualdad real entre hombres y mujeres. Parece que la igualdad es un capricho, sólo se puede practicar cuando la situación económica lo permite; en tiempo de crisis es un «lujo/adorno» prescindible.

Superar la diferencia salarial existente, acabar con los empleos feminizados y precarizados, la creación de servicios sociales públicos de calidad que permitan la plena incorporación en igualdad de condiciones a las mujeres en el mercado laboral es un camino que no interesa ni al poder económico ni al poder político que ha demostrado estar más al servicio del capital que de las personas y que desprecia al 50% de la población, que somos mujeres.

Este 8 de marzo luchar contra la reforma de las pensiones es luchar por la igualdad.

Digamos no al recorte de nuestras pensiones.

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