REVUELTA EN LOS PAÍSES ÁRABES
Al-Gadhafi amenaza con pena de muerte a los manifestantes
El líder libio dice que reprimirá la revuelta «casa por casa» y que no piensa abandonar su país, envuelto ya en caos y muerte. Admite implícitamente que no controla el este del territorio y que hay disidencias en el Ejército. Los bombardeos en Trípoli se habrían cobrado centenares de vidas.
Dabid LAZKANOITURBURU
En su primer discurso público desde que hace una semana comenzara la rebelión, el líder Muamar al-Gadhafi rechazó tajante que vaya a renunciar tras 41 años en el poder e hizo un llamamiento a la juventud y al pueblo libio a retomar el control a través de los comités de defensa de la revolución, amenazando con la pena de muerte a los manifestantes.
Tras insistir en que estaría dispuesto a luchar «hasta la última gota de mi sangre» y a morir «como un mártir en Libia», Al-Gadhafi instó al Ejército y a la Policía a retomar el control de la situación y amenazó con una represión, «casa por casa», similar a la protagonizada por China en Tiannanmen y por la Rusia de Putin cuando bombardeó el Parlamento ruso en 1993.
Todo ello, insistió, para evitar que Libia «se convierta en una nueva Somalia o Irak», señaló, en referencia a la partición del país africano y a la división sectaria en el país árabe ocupado.
Dentro del marasmo de informaciones contradictorias en torno a la situación en Libia, emergía cada vez con más fuerza la visión de un país partido en dos, con el este y sus ciudades, capitaneadas por Benghazi con su millón de habitantes, en manos de la revuelta y con el régimen, o lo que quedaba de él, en desbandada total; y con una situación incierta al oeste del país, donde los testimonios aseguraban que el Ejército seguía bombardeando varios sectores de la capital del país, Trípoli.
Al-Gadhafi, que dirige los destinos de la antigua colonia italiana desde el golpe de Estado de 1969, compareció horas antes y fugazmente en televisión para desmentir los rumores, propagados desde el Gobierno de Londres, de que hubiera huido camino a Venezuela. El líder libio apareció guareciendo bajo un paraguas y en el momento en el que entraba en un coche en su residencia-fortaleza de Al-Aziziya, en las afueras de la capital. «Si no lloviera, me dirigiría a los jóvenes que están en la Plaza Verde y pasaría la noche con ellos para demostrarles que sigo aquí y pedirles que no crean a las televisiones de esos perros descarriados», señaló en referencia a la cadenas que, como Al-Jazeera, informan de la grave crisis que asola al país.
Bombardeos en Trípoli
Testimonios desde Fachlum y Tajura, barrios del extrarradio de Trípoli, relataron a la agencia AFP «masacres» y «hombres armados que disparan de manera indiscriminada, matando hasta a mujeres». «Los aviones de guerra y los helicópteros están bombardeando indiscriminadamente un sector después de otro. Hay muchos muertos», señaló uno de los testigos citados por la televisión qatarí, Adel Mohamed Saleh.
Otros testimonios recogidos por Al-Jazeera daban cuenta de helicópteros militares transportando mercenarios en el barrio tripolitano de Fachlum.
Por contra, otras voces confirmaban que los combates habrían cesado en Benghazi, segunda ciudad del país. «El lunes por la noche el Ejército y los manifestantes hicieron caer la base de la guardia presidencial, la Katiba Fadil Bouaamar, tras dos horas de combate», narró Ossama, un habitante que prefirió ocultar su apellido. El aeropuerto de la ciudad estaba inutilizado lo que vendría a confirmar que el régimen ya no existiría en prácticamente la totalidad de Cirenaica, región oriental del país. Esta región, de la que procedía el rey Idris I, el mismo al que derrocó el golpe de Estado de los oficiales liderados por Al-Gadhafis, es hostil al régimen y los analistas destacan que se ha convertido en un bastión del islamismo político, e incluso armado.
Tampoco había rastro de las fuerzas de seguridad del régimen en el paso fronterizo de Al Salum, que Egipto decidió abrir las 24 horas del día.
La zona occidental, bautizada como Tripolitania por la vieja metrópoli italiana, sería ahora el escenario del intento del régimen de salvarse de la quema. En caso de lograrlo, la amenaza lanzada la víspera por uno de los hijos del coronel libio, Seif el-Islam, cobraría cuerpo. En todo caso, resultaría una paradoja que el espantajo islamista, blandido durante los últimos años e incluso en plenas revueltas en Túnez y Egipto, se hiciera realidad en un escenario como el libio. Los gritos de Allah Aqbar (Dios es grande), perfectamente audibles en los vídeos que opositores cuelgan estos días en internet, dan idea de la escasa sintonía de Al-Gadhafi -quien basó su poder en una ideología que mezclaba el anticolonialismo, el panarabismo y el islam- con las bases islamistas. El propio líder libio aludió al componente islamista en las revueltas al asegurar que estaría en lucha contra (el fantasma de) Al-Qaeda.
Implosión del régimen
Otro elemento determinante en el desenlace de la crisis es el papel del Ejército. Además de las deserciones -dos coroneles a bordo de dos cazas desertaron y aterrizaron el lunes en Malta-, circulaban informaciones sobre la detención del general del Ejército Abdel Rahman al-Zaid, quien se habría negado a mandar a sus soldados a reprimir la revuelta. A última hora de ayer, el ministro de Interior, Abdul-Fatah Younis, anunció su salida del Gobierno y urgió a las Fuerzas Armadas a sumarse a la denominada «Revolución del 17 de Febrero», según informó la cadena Al-Jazeera.
El tercer elemento, junto con el peso de la histórica partición del país y del papel de los militares, sería la estructura tribal. Como en buena parte de los países árabes, la estabilidad en Libia descansaba en una tupida red de complicidades con las tribus que estaría haciendo aguas.
Los principales líderes de la tribu Warfla, la principal del país, habrían abandonado al régimen a su suerte, así como la tribu Al-Zuwayva, en la zona de los yacimientos petroleros del este.
Todo ello apunta a una implosión en el interior del régimen, alimentada sin duda alguna por las protestas al calor de las revueltas en la calle árabe y la situación económica y social que sufre la juventud del país. En ese marco se entenderían las deserciones, de embajadores y diplomáticos libios en todo el mundo, y que alcanzaron ayer a parte de su representación oficial en la ONU.
La Alta Comisaría de la ONU para los Derechos Humanos exigió una investigación internacional independiente y acusó al régimen libio de crímenes contra la humanidad.
Consejo de Seguridad
El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió con carácter de urgencia ayer por la mañana en Nueva York. Se trata de la primera reunión de este Ejecutivo de la ONU desde que estallaron las revueltas árabes. Ni Túnez ni Egipto, con las caídas de sus regímenes, merecieron tal «consideración». Fuentes diplomáticas occidentales justificaron la convocatoria «por la extensión de la violencia en Libia y el uso de mercenarios».
Occidente apelaba por «medidas rápidas y claras» y, mirando de reojo a Rusia y China, evocaban la posible creación de una zona de exclusión aérea y de un corredor humanitario.
La Casa Blanca denunció la «violencia atroz» contra los manifestantes. La Unión Europea anunció la suspensión de la negociación de un acuerdo marco comercial con Libia.
Al tiempo que la Liga Árabe anunciaba la expulsión de Libia, el ministro de Interior de este país, Abdul-Fatah Younis, anunciaba su dimisión y llamaba al Ejército a sumarse a la «Revolución del 17 de Febrero».
La Coalición Internacional contra los Criminales de Guerra cifra en 519 los muertos en una semana de protestas. Los heridos serían 3.980 y habría 1.500 desaparecidos. Sólo en Trípoli y desde el domingo habrían muerto 62 personas.
Tanto el Gobierno iraní como Hamas e Hizbullah han coincidido en las últimas horas en denunciar las «masacres» de inocentes. Lo mismo ha hecho la Turquía del islamista AKP, que ha instado a Libia a no cometer el error de ignorar al pueblo.
17 vascos, todos ellos guipuzcoanos menos uno natural de Iparralde practicaban motorismo en el desierto y fueron sorprendidos por la revuelta. Según sus familiares, están en buen estado, y de camino a la fontera con Argelia.
Las revueltas árabes, y en concreto la situación en Libia, hizo temblar las bolsas mundiales y dispararse los previos del crudo sobre el fondo del temor a una penuria de aprovisionamiento de gas y petróleo a Europa.
Tokio y Hong Kong cerraron a la baja, así como la bolsa de Nueva York la víspera. Las principales plazas europeas reculaban igualmente. La de Milán tardó horas en abrir «por un problema técnico».
La principal fuente de inquietud es el petróleo, que ha alcanzado niveles récord desde 2008, sin duda por la crisis del cuarto productor de oro negro en África.
Los precios del petróleo subieron un 8% en la apertura de Nueva York. La OPEP aseguró que estaría dispuesta a actuar «si fuera necesario», mientras EEUU instó a Arabia Saudí y al conjunto de países productores a incrementar su producción.
La crisis libia ha comenzado a frenar la producción de hidrocarburos. Los suministros de gas libio por el grupo italiano ENI se han frenado, mientras el grupo español Repsol ha suspendido todas sus actividades en el país.
Compañías aéreas como Lufthansa y Air France-KLM han sido castigadas en bolsa por la subida del precio del petróleo y la segunda ha augurado que habrá que cargar el incremento al cliente. La española Iberia ya lo ha hecho, entre 2 y 10 euros en concepto de recargo de combustible en cada billete.
Libia cuenta con las mayores reservas de petróleo del Continente Negro y es un importante suministrador de países como Irlanda, Italia y Austria, sin olvidar a Suiza, Grecia y el Estado español. El 85% de su producción lo exporta a Europa.
La inquietud occidental va más allá. No falta quien advierte de que las consecuencias de las revueltas árabes podrían, vía aumento de los precios, acabar con los signos de una tímida recuperación económica tras la grave crisis de 2008-2009.
El impacto de la crisis en Italia es enorme. Desde Unicredit a Finmeccanica, pasando por ENI o incluso la Juventus, el régimen libio ha invertido sus petrodólares en la península italiana. Se calcula que el valor de las participaciones de Libia en Italia se eleva a 3.600 millones de euros. El primer ministro, Silvio Berlusconi, reunió a un gabinete de urgencia para tratar la crisis. GARA
El ministro de Exteriores británico, William Hague, anunció el envío de una fragata militar a las costas de Libia. Los países europeos siguen fletando aviones militares para repatriar a sus nacionales, alarmados por el alcance de la crisis libia.