Cuando Urchueguía fue alejada a Latinoamérica por el Gobierno de Lakua, en entrevistas de prensa se le presentó como «la viva imagen del coraje frente a ETA» o «la exponente de la firmeza en Euskadi». Efectivamente, desde la década de los años 90 y sobre todo a inicios de los 2000 fue convertida en un icono contra la izquierda abertzale, un papel que asumió con decisión. Tanta que fue una de los contados representantes políticos que acudieron al Supremo español en 2003 para acusar a Batasuna y allanar el camino a su ilegalización.

Mientras el líder del PP Antonio Basagoiti argumentaba que «hasta los niños de pecho saben que Batasuna es ETA» y su compañero Alfonso Alonso refería un incidente en el inicio de fiestas de La Blanca, Urchueguía relató algunos casos en que se había sentido agredida por miembros de Batasuna. Quizás el más conocido era el del Atano III, donde se disputó la final de Interpueblos de pelota entre Lasarte y Hernani en 2002. Un día después, la alcaldesa convocó una rueda de prensa para afirmar que cerca de 2.000 personas habían coreado, a ritmo de charanga, gritos de «Urchueguía asesina» y «Que se vaya, se vaya, de una puta vez». «Nadie hizo nada por evitarlo», se quejó.

Esa ilegalización que ella había impulsado facilitó precisamente que el PSE lograra mayoría absoluta en Lasarte en 2003. ``El País'' le preguntó entonces si «haber dejado sin representación a los simpatizantes de Batasuna resta algo de legitimidad a los resultados» y Ana Urchueguía dio una respuesta reveladora de su peculiar concepto de la democracia: «No, porque no creo que nadie de Batasuna nos haya votado».

Quienes habían justificado su forma de dirigir los plenos municipales como una muestra de «energía» y «contundencia» contra la izquierda abertzale no opinaron lo mismo cuando en Youtube aparecieron intervenciones similares... en Somoto. Tras las primeras noticias sobre sus negocios en Nicaragua, Urchueguía reunió a sus vecinos para amenazar a los «miserables» y «traidores» que hubieran filtrado alguna noticia.

Los vídeos hicieron que se empezara a derrumbar su imagen de heroína antiabertzale y cobraran fuerza las sospechas sobre sus intereses personales. El mismo camino que ya recorrieron en su día otros adalides contra la izquierda abertzale como Gabriel Urralburu o Luis Roldán.