CRÍTICA cine
«Secuestrados»
Mikel INSAUSTI
Secuestrados” es la típica película hecha para satisfacer la demanda del mercado, por lo que funciona tanto en los festivales especializados de cine de terror como en la explotación comercial centrada en el público joven. Sin embargo, más allá de su planteamiento coyuntural a favor de corriente, no resiste el más mínimo análisis crítico. Es un producto tramposo, que sólo embaucará a quien ya esté predispuesto a dejarse engañar. La idea argumental, pese a lo que se ha dicho, no responde al mal rollo de Haneke en “Funny Games”. Aquí no hay violencia nihilista, ni nada que se le parezca, por la sencilla razón que existe un móvil en el ataque a la familia burguesa de turno, que es el de robarles el dinero. Se sitúa, por lo tanto, más cerca de la crónica de sucesos sensacionalista, al explotar el miedo y la alarma social que provoca la llegada desde países del Este de bandas organizadas en asaltos de casas, sin importarles que los dueños de las mismas se encuentren en su interior, y de ahí la peligrosidad que se les adjudica.
El realizador Miguel Ángel Vivas se contradice cuando afirma que ha rodado “Secuestrados” en doce largos planos-secuencia sin cortes para conse- guir la sensación de una narración a tiempo real, porque traiciona tan buen propósito desde el preciso instante en que recurre a todos los efectismos habidos y por haber, como lo es el empleo de atronadores golpes sonoros y musicales en conjunción con unas interpretaciones histéricas, o el recurso gratuito y forzado de la pantalla partida.
El guión es un coladero lleno de incoherencias, empezando porque presenta a unos delincuentes que a las primeras de cambio se desvían del objetivo económico. En lugar de utilizar métodos expeditivos, como es lógico, para coaccionar a sus rehénes y lograr que accedan a sus peticiones sin resistencia, se dedican a violar y maltratar a sus víctimas. Al final parece que más que ladrones son una pandilla de sádicos torturadores a los que lo que menos les importa es el botín.