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Jose Miguel Campillo y J. M. Idoiaga (*) En nombre de la Comisión de Apoyo a los Profesores Despedidos

Sindicatos y justicia

No han reflejado en absoluto la situación de los profesores despedidos de la «pancarta», que en marzo cumplirán 19 años de exclusión

Acaban de celebrarse las elecciones sindicales en el sistema educativo de la Comunidad Autónoma y en la UPV, y los resultados arrojan avances sustanciales de los sindicatos abertzales. Sin embargo, y en lo referente a la universidad pública, los programas electorales de esos sindicatos parece que no han reflejado en absoluto la situación por la que atraviesan los profesores despedidos de la «pancarta», que en el mes de marzo cumplirán su decimonoveno año de exclusión.

Este interesado olvido no nos extraña, dados los antecedentes pasados, pero sí nos alarma por la continuación en el tiempo de una política de silencio e incluso de rechazo en relación con estos profesores que nos resulta difícil de entender no sólo a nosotros, sino a otras muchas personas de dentro y fuera de la universidad. Debemos recordar nuevamente que los despedidos han pagado un caro precio por su compromiso político, social y ético con unos principios de solidaridad que tanto han beneficiado a la autonomía universitaria y a los derechos de los docentes. Y sería muy satisfactorio para ellos, pero también para el personal universitario y la propia UPV, que las autoridades universitarias y los sindicatos reconociesen su esfuerzo y propiciaran un diálogo entre las partes que condujera al logro de unos acuerdos dignos que superaran el conflicto. Desgraciadamente, esto último lo venimos repitiendo con periódica asiduidad y nos sentimos como predicadores en una plaza plagada de autistas ya que, al tratarse del mundo universitario, nos parece un comportamiento todavía doblemente inaceptable e incomprensible.

Se nos dirá que el problema del que tratamos es un asunto menor dentro de la agenda sindical. Pensamos que esto es cierto en sus aspectos cuantitativos, pero desde luego no es desdeñable bajo un punto de vista cualitativo. Aquí esta en juego no una cuestión numérica, sino de justicia, que afecta al alma universitaria y por lo tanto a su ser esencial y en la que todos los universitarios deberían estar implicados. Sabemos que los despedidos no están sindicados y que en el pasado hubo diferencias con los sindicatos por no compartir «estrategias» distintas. Pero ello no debería servir para no apoyar unas reivindicaciones ya conocidas que versan sobre derechos laborales fundamentales que toda central sindical, al margen de la simpatía o antipatía que pueda profesar por sus defensores, debería hacer propias.

Nos alegramos sinceramente por los resultados alcanzados por los sindicatos citados, pero hay que señalar que los números son importantes si van acompañados de un compromiso de cambio en las estructuras universitarias y en los hábitos de comportamiento. El problema de los de la «pancarta» constituye un test fundamental en este sentido.

Esperamos que así lo vean los sindicatos triunfantes.

(*) También firman este artículo José María Lorenzo y Roberto Uriarte

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