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Raimundo Fitero

La barbarie

En Intereconomía retransmiten la santa misa dominical desde el Valle de los Caídos. Y son legales, demócratas de toda la vida y defensores de la España Una, Grande y Libre. Una de las muchas muestras de la descomposición existente. Esta cadena es franquismo en estado puro, y nadie se arrepiente, ni condena los crímenes de cuarenta años, y van por la calle sacando pecho, y en sus medios, mintiendo, manipulando la memoria e incitando a todas las violencias. Pero ni la fiscalía, ni los jueces con perrito, ni los vicepresidentes dicen esta ley es mía. Callan. Otorgan. Quizás sea la única manera de aparecer como centristas. Por comparación. La historia se repite. Se mantiene la impunidad y acabarán condenando a las víctimas del franquismo a otra muerte civil y política que es lo que están haciendo con la complicidad de demasiados miedosos y tibios que deben mirar en su propia familia para hacer cuenta de los presentes, y darse cuenta que genéticamente pertenecen a los vencedores.

Guatemala como ejemplo del dolor, de la impunidad, del feminicidio amparado, silenciado, con excesivos cómplices reconocibles en las altas esferas del poder policial, gubernamental, económico. La violencia extrema. Lo vemos «En Portada», por el Canal 24 horas de TVE y se nos remueven las carnes. Sabemos de esa circunstancia por algún reportaje de esta índole, por algunos movimientos de denuncia, pero es difícil que entre en las portadas de nuestros medios de comunicación tan preocupados por los ciento diez por hora en las autovías. Los números son escandalosos: ochocientas treinta y ocho mujeres asesinadas y cuatro mil violadas, solamente en 2010. Imágenes terribles de algunas mujeres mutiladas de manera bestial. Y para completar el mal cuerpo, el dolor, una de las que parecen en el reportaje acaba de ser asesinada. La barbarie.

Pero lo sentimos lejos. Es la manera que tenemos de ser cómplices pasivos. De no comprometernos ante una injusticia tan sórdida, en un país tan castigado por los abusos de los paramilitares, de los que controlan vidas y haciendas. Una realidad que no parece haber cambiado por muchas declaraciones de paz, de cierra de conflictos en falso.

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