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CRíTICA ensayo

«La obsolescencia del hombre»

Iñaki URDANIBIA

Las cavilaciones de Martín Heidegger sobre la técnica dejaron una indudable huella en los pensadores que estudiaron con él; varios de ellos derivaron hacia posturas netamente de izquierdas, como Herbert Marcuse, Kostas Axelos o el propio Günther Anders (pseudónimo de Günther Sigmund Stern). El dominio ejercido por la tecnología y su tendencia hacia la universalización empequeñecerían a los humanos, convirtiéndolos en meros objetos en un proceso creciente de despersonalización, en una suerte de primacía del objeto frente al sujeto. Este último se convertiría así en una marioneta sin libertad, cuyos hilos dependerían cada vez más de la autonomía que van adquiriendo la ciencia y sus aplicaciones técnicas. Por esa senda de pensamiento se encaminó la obra de quien fuera el primer marido de la filósofa Hannah Arendt. Anders dirigió críticas epístolas al hijo de Eichmann o al piloto que bombardeó Hiroshima, y se convirtió en pacifista combativo contra la guerra del Vietnam. Formó también parte del Tribunal Russell junto a Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Danilo Dolci, Lelio Basso, Gisèle Halimi o Stokey Carmichael, a la vez que encabezó el naciente movimiento antinuclear.

Si él mismo cambió su propio nombre, convirtiéndolo en «otro» (anders), el centro de gravedad de su pensamiento también se enfrentó a la otredad a la que se veía sometido el ser humano ante un mundo que él mismo había creado y que después se le había desbocado: había pasado de ser dominador a dominado. Este proceso de décalage es detallado por Anders en esta obra que definió como «antropología filosófica de la época tecnocrática». Desde la producción inicial hasta las máquinas y los distintos medios de producción los humanos se han ido marginando de su propia esencia, convirtiéndose en títeres dependientes del poder de la técnica, del consumo y de la realidad que se les entrega a través de la televisión y otros medios de comunicación unilateral, en donde el receptor mudo es reducido a la pasividad de una esponja condenada a tragarlo todo, en un permanente equilibrio entre ser Prometeo o Frankenstein.

En esta alocada carrera, si el ser humano quiere que el mundo siga funcionando con su presencia y también en su ausencia ha de tomar las riendas, para lo que ha de poner el pie en el freno en un intento postrero por hacer que las cosas no desbarren hacia la catástrofe de la aniquilación de la humanidad. En medio de ese ambiente de nihilismo dominante, los humanos, como los personajes de Beckett que esperan a Godot, no se acomodan a tal estado sino que se sienten incómodos e intentan agarrarse de uno u otro modo al principio-esperanza del que hablase Ernst Bloch.

Este es el libro más significativo de este filósofo ocasional, como le gustaba definirse. Un pensador que se movía al ras de suelo y no en la jerga de las nebulosas metafísicas y los conceptos puros, lo que convierte a esta reeditada «La obsolescencia del hombre» en una obra plenamente actual por los temas que aborda, a pesar de que fuese escrita entre mediados de los 50 y finales de los 70 del siglo pasado.

Ficha

Título: «La obsolescencia del hombre». Vol. I y II.

Autor: Günther Anders.

Traducción: Josep Monter Pérez.

Editorial: Pre-Textos, 2011.

Páginas: 311 y 427 págs.

Precio: 35 euros.

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