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terremoto de 8,9 grados en japón

Miedo a fugas radiactivas y a las réplicas tras el terremoto

Pese a ser un país sobradamente preparado para hacer frente a los terremotos, el seísmo que se registró ayer en Japón, el mayor de su historia, sumió a la población en el pánico. El tsunami posterior arrastró barcos a tierras interiores y destrozó casas. El balance de muertos supera el millar de personas. «Nunca habíamos visto nada parecido», destacaban las autoridades de las ciudades afectadas. La alerta de tsunami se extendió por el Pacífico.

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Barcos volcados y enviados a campos del interior, casas arrastradas por las aguas, multitudes de gente corriendo por las calles, el tsunami y el terremoto que a partir de las 14.46 de ayer [6.46 en Euskal Herria] golpearon el noroeste de Japón provocaron escenas de pánico en la costa del Pacífico del archipiélago.

Un mar de troncos cubriendo los solares, casas ardiendo, las escenas del desastre aparecieron inmediatamente en las pantallas, grabadas desde los helicópteros que enviaron inmediatamente a la prefectura de Miyagi las televisiones japonesas.

El numero de fallecidos, cifrado oficialmente en un millar, puede incrementarse notablemente, según alertó el Gobierno de Japón, puesto que el número de desaparecidos se estima en unos 500. La agencia Kyodo informó de que los desaparecidos eran 88.000, pero horas después corrigió este número.

No se tenían noticias de un buque con cientos de pasajeros en su interior. Tampoco de dos trenes con un numero similar de ocupantes cada uno. Sólo en la ciudad de Sendai se encontraron entre 200 y 300 cadáveres en una playa.

Un verdadero muro de agua, que llegó a los diez metros de alto, golpeó la isla de Honshu, la mayor del archipiélago y en la que se encuentran ciudades como Tokio, Osaka o Hiroshima, arrastrando casas enteras y transformado los puertos en escenas marcadas por la desolación.

El mar saltó los diques

En numerosos puntos, el mar sobrepasó los diques de contención y avanzó varios kilómetros hacia el interior, recordando las escenas que se vivieron en el tsunami del océano Índico de 2004.

«Nunca había visto nada parecido», relató Ken Hoshi, responsable de las autoridades de Ishinomaki, un puerto de la prefectura de Miyagi, en la isla de Honshu. «El agua subió hasta la estación», a cientos de metros de la orilla.

«Estoy inquieto porque no he podido contactar con mi familia. Pero mi deber me impone pasar la noche aquí», explicó desde su oficina, situada en un tercer piso.

En las granjas del entorno, los troncos eran arrastrados por las aguas a través de los campos, sin que el trazado de una autopista pudiera pararlos, mientras que un poco más al norte, en Sendai, se inundó la pista principal del aeropuerto de la ciudad.

En la vecina prefectura de Iwate, la ola de varios metros de altura alcanzó la bahía de Rikuzen Takada, elevándose aún más y cogiendo más potencia conforme la embocadura se hacía cada vez estrecha. Edificios y viviendos fueron literalmente arrancados de la tierra por el tsunami y propulsados decenas de metros al interior.

En la región de Aomori, la más norteña de la isla de Hon-shu, al menos cinco barcos preparados para navegar en alta mar se hundieron y otros fueron arrastrados hacia el interior. Algunos de ellos aparecieron en el medio de las calles comerciales de las ciudades costeras japonesas.

Más cerca de la ciudad de Tokio, en la prefectura de Ibaraki, grandes casas flotaban a merced de las aguas y un poco más lejos los coches mostraban sus techos antes de hundirse como piedras.

El terremoto que generó la amenazante ola provocó también grietas en las carreteras y destrozó las canalizaciones que salieron a la luz en las calles, mientras que botellas y botes de conserva caían en los supermercados.

Gente huyendo por las calles

En la más fuerte de las sacudidas, millones de personas salieron a las calles, desde la megalópolis de Tokio hasta las peque- ñas aldeas costeras, mientras se derrumbaban muros y techos de numerosos edificios.

En las metrópolis, los empleados acudieron a las estaciones de tren para intentar regresar a sus domicilios, habitualmente lejano, pero se vieron obligados a hacerlo a pie, regresar a sus oficinas o alquilar una habitación de hotel, ya que el transporte público se suspendió en todas las zonas afectadas por el seísmo.

Las réplicas de la violenta sacudida, la mayor registrada nunca en el archipiélago, no cesaron en las horas siguientes, tanto en Tokio como el noroeste del país.

En numerosas ciudades hubo incendios y una refinería de petróleo de Chiba, en la región de Tokio, fue pasto de inmensas llamas.

Con la llegada de la noche, las Fuerzas de Autodefensa (el Ejército japonés) se desplegaron por tierra, mar y aire para prestar asistencia sanitaria a los afectados.

Los supervivientes de Sendai se preparaban ayer a pasar la noche atemorizados, ateridos por el frío y en una oscuridad total debido a la suspensión del suministro eléctrico.

Sin electricidad ni agua

Poco después de la medianoche [16.00 en Euskal Herria], la electricidad no se había restablecido todavía , mientras las violentas réplicas del seísmo continuaban sucediéndose, relató Makiko Tazaki, que reside en esta ciudad de un millón de habitantes, capital de la prefectura de Miyagi.

«En mi barrio, la oscuridad es total. No tenemos ni electricidad ni agua potable», dijo a France Presse por teléfono. «Tampoco tenemos calefacción y hace frío».

Tazaki estaba sola en casa desde que se registró el terremoto.

«Me acerqué inmediatamente a un pilar de la casa», relató, añadiendo que tuvo la impresión de que el temblor duró varios minutos.

«De repente, sentí que se trataba de un terremoto que no tenía nada que ver con los que suele haber por aquí. Estaba aterrada», añadió.

Tazaki, que tiene un hijo de once años, acudió inmediatamente al colegio para asegurarse de que no había pasado nada.

Todos los alumnos fueron agrupados en el patio del colegio.

«Evacuaron el edificio a toda velocidad sin llevarse nada. Algunos chicos se hacían los valientes, pero las niñas estaban llorando», dijo.

Su casa está situada en una zona elevada de la ciudad, lejos de la costa devastada por el tsunami.

«He escuchado que la radio decía que había grandes daños en la costa. Todavía no me puedo creer lo que ha ocurrido», destacó.

Posible fuga radioactiva en la central de Fukushima

Una pequeña fuga radioactiva podría haberse producido en una central nuclear de la prefectura de Fukushima, alertó hoy el ministro de Industria, Banri Kaieda, citado por las agencia de prensa japonesas.

Las autoridades niponas se estaban preparando para proceder a la liberación de vapor radioactivo para hacer bajar la presión que se había elevado peligrosamente en un reactor de la central nuclear Fukushima 1, precisó la agencia Kyodo.

Poco antes, un portavoz de la compañía que explota la central, Tokyo Electric Power, reconoció que la presión estaba subiendo en el interior de uno de sus reactores.

«La presión ha aumentado en el arcón e intentamos gestionar la situación», indicó.

Unos 6.000 habitantes de la zona situada en un radio de tres kilómetros en el entorno de la central tuvieron que ser evacuados por orden del gobernador de la región. En un principio, las autoridades anunciaron que el agua para enfriar la instalación nuclear habían bajado hasta un nivel inquietante, después, el Gobierno afirmó a las 16.30 [8.30, en Euskal Herria] que la situación estaba «bajo control».

Tropas de las Fuerzas de Autodefensa, denominación del Ejército japonés, se desplegaron en el lugar para verificar la situación, en colaboración con el Cuerpo de Protección Nuclear (NBC).

El Ejército de EEUU, por su parte, suministró líquido refrigerante a una central nuclear japonesa, anunció la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, sin precisar de qué instalación se trataba.

«Una de las centrales japonesas ha sido sometida a una fuerte presión desde el temblor de tierra y no tenían suficiente líquido refrigerante. Los aviones de nuestra fuerza aérea han podido suministrarlo», explicó Clinton. GARA

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