Las opciones ante la crisis libia crean divisiones en el seno de la UE
La Unión Europea reconoce ya al Consejo Nacional Libio de Transición como único «representante legítimo» de este país, en el que las tropas afines al líder Muamar al-Gadafi recuperan, lenta pero implacablemente, posiciones. En ese contexto, las posturas entre los Veintisiete se dividen entre los favorables a una intervención militar, encabezados por Gran Bretaña y Estado francés, y quienes se muestran escépticos, con Alemania a la cabeza.
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Los líderes de la Unión Europea (UE) acordaron ayer en Bruselas examinar «todas las opciones» para proteger a la población civil de los ataques, a condición de que haya una base legal «clara» y un respaldo de los países de la región.
«La seguridad de los ciudadanos tiene que asegurarse por todos los medios», aseguró el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, al término del encuentro.
Los países europeos dejaron de esta manera la puerta abierta a una posible intervención militar en Libia, reclamada por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien llegó ayer a la capital belga pidiendo apoyo a los «ataques selectivos» contra objetivos clave del régimen de Muamar Al-Gadafi.
La idea, que sonó a intento de sacar pecho para recuperar el terreno perdido por su diplomacia tras los patinazos de Túnez y de Egipto, provocó una fractura en el seno de los Veintisiete, donde se formaron dos claros bandos, según confirmaron a Efe fuentes diplomáticas.
Uno, liderado por el inquilino del Elíseo y el primer ministro británico, David Cameron, favorable a tomar «medidas concretas», y otro, con Alemania a la cabeza, más «prudente».
«Estamos preparados, si ese es el deseo de la ONU y así lo aceptan la Liga Árabe y la oposición libia, para llevar a cabo acciones selectivas siempre y cuando Gadafi recurra a armas químicas o a la aviación contra ciudadanos pacíficos», afirmó Sarkozy, quien afirmó hablar también en nombre del premier británico.
El mismo hecho de estar «listos» para «cualquier eventualidad» podría, según recogió la agencia France Presse, «incluir una zona de exclusión aérea», para lo cual necesitarían la luz verde de la Liga Árabe.
La canciller alemana, Angela Merkel, fue clara en este sentido y se mostró en rueda de prensa «escéptica» sobre la posibilidad de usar la fuerza en Libia.
Ilustrando la tensión reinante en la sesión de ayer, la jefa del Gobierno alemán señaló que «no veo la necesidad militar» y advirtió de la importancia de «pensar en las posibles consecuencias» de una intervención armada contra Gadafi.
Los Veintisiete acordaron ayer tres condiciones que han de darse antes de intervenir: que se demuestre la necesidad de actuar, que haya una base legal clara y que se cuente con el apoyo de los países de la región. Esos son, precisamente, los mismos principios que el jueves fijó la OTAN, organización de la que forman parte la mayoría de socios comunitarios y la más preparada a priori para hacer efectivas medidas militares.
Consejo de Bengasi
En el terreno político, los Veintisiete reconocieron al Consejo Nacional Libio de Transición (CNLT) como un «interlocutor político fiable», después de que el jueves el Estado francés se adelantase y declarase a ese grupo de opositores como únicos «representantes legítimos».
Entretanto, las fuerzas afines al coronel Gadafi aumentaron ayer la presión contra los miembros de la oposición en la ciudad petrolera de Ras Lanuf, en el norte del país, al este de la capital, Trípoli.
Primero, bombardearon -según informaciones de France Presse- una refinería y un puesto de control de los detractores del Gobierno cerca de Ras Lanuf, y después continuaron la embestida contra la propia ciudad, lo que obligó a muchos rebeldes a replegarse hacia el este. De acuerdo a agencias, el asalto a Ras Lanuf se saldó con al menos cuatro muertos.
Un corresponsal de la BBC indicó que las fuerzas del líder libio, lenta pero implacablemente, parecen estar ganando la batalla de Ras Lanuf y agregó que si la ciudad cae en manos de las fuerzas gubernamentales, los combates se trasladarán hasta la misma ciudad de Bengasi, principal bastión opositor.
«Fuimos vencidos. Están bombardeando con obuses y estamos huyendo», dijo a France Presse un opositor que se identificó como Osama.
La sensación de intranquilidad se trasladó también hasta Bengasi, a orillas del Mediterráneo, donde un centenar de personas formó ayer un S.O.S. humano en la plaza de los Juzga- dos para pedir ayuda a la «comunidad internacional».
Ismail, un libio de 55 años que sostiene en su mano una bandera tricolor de la época monárquica, forma parte de la cadena humana, afirma a Efe que «necesitamos que nos rescaten».
«No queremos la lucha, queremos paz, libertad y democracia», añade. Mientras, un segundo interlocutor, que no quiere ser identificado dice: «No a las tropas extranjeras en Libia».
El líder libio «se siente abatido y traicionado pero no cejará nunca» ante la revuelta, asegura su traductor de francés desde hace 16 años, Meftah Missouri.
«No esperaba esto y ciertamente le ha entristecido. Piensa que lo ha dado todo por los libios», asegura este intérprete.
«Ciertamente se siente traicionado por todo el mundo, incluso por su primo Ahmed Kadhaf Al-Dam», insiste, en relación a la deserción del que era su consejero y colaborador próximo, sobre todo en cuestiones relacionadas con Egipto.
Antiguo diplomático, doctor en Historia que cursó sus estudios en París y en Ginebra añade, a título personal, que haría falta un milagro para estabilizar la situación en Libia.
Más allá de milagros, apuesta por una mediación para salir de la crisis pero reconoce que «no hay mediación sin concesiones... Y yo no sé si (Gadafi) es capaz de ceder».
Missouri asegura que el líder libio admira al general alemán Rommel y a Luis XIV, autor del célebre «El Estado soy yo». Así, pese a haber perdido el control del este del país, Gadafi «sigue tranquilo. Es un hombre muy fuerte, al menos delante mío», añade.
Respecto a sus recientes aliados europeos, como Sarkozy y Berlusconi, «los consideraba amigos y se siente abandonado pero no le ha dolido especialmente, porque está persuadido de que en el extranjero no comprenden la raíz del problema y han aprobado sanciones sobre la base de informaciones de prensa». GARA
La Policía de Bahrein salió al paso con abundante material antidisturbios de la marcha popular que tenía como destino el Palacio Real. Cientos de seguidores del régimen se interpusieron asimismo ante los manifestantes armados con bastones y cuchillos en el barrio suní de Rafah en la capital bahreiní, Manama.
Pese a que la oposición tolerada, incluido el movimiento chií Al-Wefaq, había instado a suspender la marcha, miles de personas, en su mayoría pertenecientes a la comunidad chií, mayoritaria en el país, desoyeron la petición y salieron a la calle.
Horas antes, el Ministerio de Interior advirtió en una nota repleta de amenazas con una intervención policías sin contemplaciones. «La marcha amenaza la seguridad del país y la paz social», bramó.
Las organizaciones juveniles y los partidos chiíes prohibidos mantuvieron la marcha. «Ha quedado claro que el régimen de los Jalifa (la familia real) y sus seguidores no valoran la sangre de los nativos de esta tierra tanto como valoran su monopolio del poder, mientras roban la riqueza del pueblo y reprimen a sus ciudadanos y les privan de sus derechos básicos», denunciaron.
La situación de inestabilidad política en Bahrein comenzó el pasado febrero, cuando la gente salió a las calles para realizar protestas inspiradas en las revueltas populares que acabaron con los regímenes autocráticos en Egipto y Túnez. Siete personas han muerto a manos de la Policía y miles de integrantes de la coalición juvenil 14 de Febrero permanecen en la plaza de la Perla, en Manama, pese a los intentos del régimen de dividir a la oposición.
En Kuwait, la Policía dispersó brutalmente una manifestación de cientos de árabes que exigen su nacionalización en Jahra, en el oeste del país. Miles de inmigrantes no tienen acceso a los servicios públicos como la sanidad y la educación, gratuita para los kuwaitíes.
La misma solución represiva fue aplicada ayer por el régimen de Yemen, donde la Policía dispersó llegan a utilizar fuego real una manifestación pacífica que exigía la salida del dictador Ali Abdallah Saleh en Adén, capital del sur del país. Balances provisionales arrojaban un saldo de al menos catorce heridos.
El sur del país, que reclama cada vez con más insistencia la separación del norte, ha hecho suya la causa contra el régimen. Este último muestra para con la población secesionista menor contención aún que la que esgrime en la capital del país, Sana´a.
En esta última ciudad miles de personas salieron a las calles con sus hijos en una movilización que la oposición presentó como «el Viernes del no retorno», en referencia a la exigencia de salida de Saleh.
El longevo dictador dio un paso más el pasado jueves y, tras anunciar reformas constitucionales, se comprometió a abandonar el poder antes de que expire el año. Saleh hizo esa nueva promesa en un discurso al que asistieron miles de personas. Cientos de ellas salieron a las calles en el centro del país para exigir que se les pagasen los 50.000 reales yemeníes (170 euros) por asistir al mitin oficial.
En Arabia Saudí, las Fuerzas de Seguridad se desplegaron en masa en la capital, Riad, y en otras ciudades del país, para impedir que la gente respondiera a la llamada a la movilización de ayer.
El despliegue policial y militar tuvo, al parecer, sus resultados, ya que no se registró ninguna manifestación más allá de protestas esporádicas en la región oriental, poblada mayoritariamente por chiíes, minoría desfavorecida del país.
Tres manifestantes resultaron heridos el pasado jueves a última hora cuando la Policía dispersó una manifestación en Al-Qatif que exigía la puesta en libertad de los prisioneros políticos.
Más allá de la Península Arábiga, miles de islamistas protestaron en Zarka, norte de Jordania, contra el régimen, que pretende sobrevivir tras prometer diálogo. GARA