Siempre vimos en Smile un sentido melódico y cultural que les situaba, independientemente de los resultados conseguidos con cada grabación, un peldaño por encima de la mayoría de bandas de pop o de rock. Exteriorizar su valía les ha costado un montón de años, tantos como quince; de hecho, no lo consiguieron con sus dos demos oficiales, tampoco con «Painting the sun one clour», su primer disco oficial, editado por el sello independiente madrileño Rock Indiana a primeros de octubre de 2008 que, si bien contenía composiciones brillantes, algunas formas resultaban un tanto melifluas.

Tras dos años de trabajo, con algún cambio de personal, el añadido de una guitarra más, y el aporte de un buen número de colaboradores, Smile consigue con «All roads lead to the shore» la cumbre que se les negaba y el valor objetivo que permite situarles al lado de cualquier disco internacional de similar estilo. La hazaña se logra con la participación de un enjambre de músicos que rozan o pasan de los treinta tacos. Instrumentistas que no han cesado tanto en su progreso mental como en el del propio instrumento; además de ser permeables, en bloque, a los grandes autores de la música californiana de los sesenta y setenta o del folk-rock neoyorquino de la misma época. Además, al pasado se le añade la nueva sonoridad del folk y del rock, tomando como ejemplo propuestas tan admirables como las de Jayhawks.

Smile son todos los que están, pero no podría ser lo que es sin la voz y las canciones de John Franks, un británico nacido en Weymouth, al sur de Gran Bretaña, y que aún en tiempo de gatear ya estaba en Getxo, en un viaje propiciado por el trabajo de la familia. Con la cultura aportada por la sangre familiar que vivió el Liverpool más agitado, John pudo cultivar el rock como si fuera uno más entre esas letras, pero no un británico más, sino un californiano más. Maticemos, entre sus primeras influencias se encuentran America, británicos, y The Lovin' Spoonful, neoyorquinos, pero ambos enchufados al folk-rock que hervía en Los Ángeles o en San Francisco.

De otra parte, en Getxo, y al margen de la variedad de sonidos que se han cultivado, las armonías vocales y los guitarrazos de la costa oeste estadounidense han estado muy presentes, así que, entre unos y otros, él y todos, Smile se ha convertido en la banda de folk-rock y rock and roll actualizada que se preveía desde hace años, pero en la que aún perduran, afortunadamente, los sonidos y armonías vocales de propuestas tan inmortales como las de Crosby Stills Nash & Young. Ahora son lo de antes, más estilo americana. Sin obviar que John Franks posee una voz tan brillante y apta que por mucho que se mire bajo cada piedra de Euskal Herria, sería imposible hallar otra semejante.

Integración

«En el álbum hemos mezclado todas nuestras influencias. Han participado muchas personas, ya que hemos tenido unos cuantos invitados y, además, cambios de personal. El resultado es variado, dando importancia a cada tema y no al conjunto. No obstante, aun siendo canciones muy diferentes, creo que todos los temas tienen el toque Smile», sugiere John.

Aquí está la armónica de Young, la voz de Jim Croce, Don Mclean, John Sebastian, el John Denver menos empalagoso, Jackson Browne, Dylan... y músicos al frente de enormes guitarras, banjos, mandolinas, teclados... Un cruce de elementos que sin tener la mente bien iluminada, una amplia cultura musical y años de experiencia, con los aciertos y errores bien asimilados, jamás se concebiría en este pequeño país.

«La voz para mí es de lo más importante. Determina a la hora de valorar si un grupo me gusta o no. La producción también es fundamental, es vital pulir para conseguir un resultado brillante», matiza John.

«All he needs», «Island paradise», «Do as i want» (con ese ukelele a lo Jack Johnson), «Tell my babe», tan Crosby Stills y Nash vía «Wooden ships», «Nº 1», «Time to go»... son canciones de una hechura fascinante, de un trabajo inhabitual en conjunto.