Raimundo Fitero
Vestigios
Hasta el momento solamente sabemos que el mes de marzo de 2011 pasará a los anales de la historia como el punto de inflexión de las demagogias nucleares. Las televisiones nos hacen creer que estamos viviendo en vivo y en directo todo cuanto sucede, pero debemos desplegar nuestro paraguas anti totalitarismos, para poner en cuestión esta difundida intención de que nos contentemos con lo que se nos ofrece, cribado, depurado, dosificado. Se puede admitir como una medida anti-pánico la dosis de catástrofe que se vaya inoculando a la población, a los inversores y a la conciencia internacional, pero los síntomas que se producen en paralelo no es que nos hagan pensar en una tragedia, sino que nos advierten de una hecatombe que parece estar incontrolada.
La importancia de lo que está sucediendo tiene una cara oculta muy poco presentable como es que se han amortizado unos cuantos miles de víctimas del terremoto y posterior tsunami, lo que en puridad informática, y en conciencia humanista, es una atrocidad. Los desaparecidos, los cientos de miles de japoneses que no tienen techo, que han perdido todo, han desaparecido de los noticiarios, y nos fijamos, casi al segundo en lo que nos dicen que está pasando en los reactores que deben estar a punto de reventar y crear un accidente atómico de incalculables consecuencias.
Mientras tanto asistimos a un desfile de expertos, de ingenieros, de políticos, y cuando se colocan en el terreno de lo científico, si este estado referido a lo atómico es posible sin ideología, la cuestión parece más que evidente. La energía nuclear es un peligro de lesa humanidad. Después pueden venir las matizaciones, los detalles coyunturales, pero algunas declaraciones de políticos o de periodistas de la caverna, nos hacen pensar que ya viven entre nosotros algunos mutantes de otros accidentes atómicos. Pero la cosa puede cambiar en breve, de manera importante si lo de la señora Merkel se lleva a cabo: ha anunciado el fin de la energía nuclear en Alemania y la apuesta por las energías renovables. Si Alemania, puede, los demás, obviamente, deberían haber podido hace treinta años. De repente aparecen vestigios de racionalidad.