Terremoto en Japón
La desolación y la muerte extienden su manto
Con el paso de los días sigue aumentando el balance de víctimas mortales y desaparecidos a consecuencia del fuerte terremoto y el devastador tsunami de hace una semana en Japón. Los muertos ascienden a 5.429 y los desaparecidos son ya 9.594. La cifra de fallecidos seguirá incrementándose porque la retirada del agua está dejando a la vista numerosos cadáveres en la costa noreste.
Kelly MACNAMARA Hirashi HIYAMA | AFP-EFE
Las autoridades de Japón elevaron a 5.429 los muertos y a 9.594 los desaparecidos por el terremoto y posterior tsunami del pasado 11 día en el noroeste del país, según el último balance oficial facilitado ayer por la Policía, pero se teme un incremento importante de este cómputo a medida que las labores de rescate vayan avanzando en algunos de los municipios de las prefecturas más afectadas, como Iwate, Miyagi y Fukushima.
La agencia de noticias Kyodo advirtió de que el retroceso del agua en las zonas costeras golpeadas por el tsunami está dejando a la vista numerosos cadáveres, mientras los equipos de rescate luchan contra el intenso frío en el norte de la isla de Honshu y la enorme destrucción provocada por el seísmo en busca de supervivientes aunque la esperanza de encontrarlos disminuye.
Por el momento, han sido rescatadas 26.000 personas, según el Gobierno nipón y más de un millón de personas evacuadas vive en unos 2.500 refugios temporales, muchos de los cuales carecen de agua potable y electricidad. Unas 23.000 personas siguen aisladas en las áreas más afectadas.
En medio de un desolado panorama, uno de los supervivientes de la tragedia, Hideo Chiba, de 70 años de edad, todavía encuentra fuerzas para sonreír y aborda con valentía la tarea de limpieza de su panadería, destruida por el tsunami que devastó su ciudad, Kensennuma. «Que sea lo que dios quiera», afirma pleno de energía, impregnado por una confianza contagiosa, con las mejillas enrojecidas por el frío y el esfuerzo de retirar durante horas los escombros.
Desde el miércoles, la nieve cae sobre Kensennuma, añadiendo un toque extra al paisaje apocalíptico de la ciudad en ruinas.
«La gente me pregunta -comenta en declaraciones a AFP- cómo puedo sonreír así. Y yo respondo: no he perdido a miembros de mi familia». En los tiempos que corren, es un privilegio.
Las casas fueron arrasadas por la ola gigante del viernes. Barcos de pesca encallaron en medio de los barrios residenciales y se quedaron allí, enorme incongruencia, como tarjeta de visita de un mar embravecido.
Hideo Chiba se considera feliz de haber podido llevar a cabo esta limpieza. Muchos de sus colegas comerciantes lo perdieron todo. Algunos desaparecieron.
Cuando la ola golpeó su ciudad, él estaba en la calle y echó a correr. Quiso ir a su panadería pero comprobó que era demasiado tarde y se refugió en una zona alta.
Si hubiera estado en su tienda, habría ignorado, sin duda, las sirenas de alerta después de varias falsas alarmas. Y teme que otros, un poco cansados del peligro tantas veces anunciado y evitado tantas veces, hubieran decidido no moverse y lo hayan pagado con su vida. «Mucha gente pudo no haberse marchado pensando que no iba a pasar nada serio», dice con tristeza.
«A la puerta de mi casa»
En el puerto pesquero de Ofunato, la vivienda de Masako Sawasato no fue alcanzada por el tsunami, pero le faltó muy poco: su jardín está lleno de escombros de casas vecinas y en las inmediaciones aparecieron tres cadáveres.
«Mi casa está intacta y mi familia va a seguir viviendo aquí, pero para mis amigos es muy difícil quedarse o poder empezar de nuevo», señala a AFP Sawasato.
Cuando el tsunami llegó, el 11 de marzo, ella estaba conduciendo y se dio cuenta rápidamente de que debía encontrar una manera de salvar su vida. «La ola estaba detrás de mí y la circulación era lenta. Por eso, decidió salir del automóvil y correr», relata.
Su marido, que estaba en casa, contempló aterrado la muralla de agua borrosa que avanzaba hacia él. Pero las aguas del tsunami sólo rozaron finalmente las paredes de su vivienda a una altura de pocos centímetros, y luego se retiraron.
Se hallaron tres cadáveres muy cerca de la casa, entre ellos el de una anciana que era amiga de Masako Sawasato, quien carece de noticias de muchas de sus amistades y que tiene amigos que han perdido a familiares.
Más de 600 personas han sido hospitalizadas en Ofunato desde el día de la catástrofe, en su mayoría personas de edad que resultaron heridas, pero también algunos evacuados que enfermaron con posterioridad tras ser desplazados a un refugio.
No se han encontrado supervivientes entre los escombros en Ofunato. «Después del terremoto, hubo personas que sobrevivieron con una pierna o un brazo rotos, pero el tsunami fue tan colosal que nadie se salvó», declaró el director del hospital de la ciudad, Yoshiharu Murata.
Los habitantes de Ofunato tuvieron unas trece minutos para escapar de la ola gigante, que arrastró aquí a más gente que en otros lugares cercanos al epicentro del terremoto.