Floren Aoiz www.elomendia.com
¿Ha habido o hay civilizaciones estúpidas?
Por eso, digámoslo claro, aquellos que han provocado esta situación no son estúpidos, sino canallas que han tomado y han impuesto decisiones criminales cuyas consecuencias ni nos atrevemos a imaginarLlevo un tiempo leyendo un libro titulado «Colapso», de Jared Mason Diamond, sobre las razones de la desaparición de algunas civilizaciones. Se esté de acuerdo o no con las tesis del autor, preguntarse por qué llegaron a colapsarse algunas sociedades tiene su interés, entre otras razones porque no nos gustaría sufrir un destino similar.
La destrucción de los recursos naturales ha sido una de las claves de estas desapariciones. La historia nos ofrece ejemplos de gente «lista» empeñada en arañar la tierra que pisaban y extraer de ella todo hasta agotarla y terminar muriendo de hambre. Merece la pena recordar que suelen ser unos pocos los que embarcan al conjunto en esas locas empresas, procurando ser quienes más se benefician mientras el truco funciona y salir huyendo antes que nadie cuando el panorama se pone feo.
Así que, más que dejarse llevar por la tentación de considerar esas sociedades estúpidas, habría que preguntarse por las razones de semejantes desvaríos, los problemas ideológicos, políticos, sociales, económicos y/o culturales que hicieron posible la marcha hacia el precipicio. Imposible entenderlo sin tomar en consideración la obsesión por el desarrollo y el crecimiento, la avaricia, la ambición y el ansia de poder. Sin estudiar las relaciones de poder y los modelos dominantes.
Si alguien observara en este marzo de 2011 nuestro planeta desde fuera de él se podría preguntar si somos una especie tan estúpida como sugiere la situación actual en Japón. Como si no nos bastara con los desastres naturales, el ser humano ha creado engendros capaces de provocar una gigantesca destrucción y los ha colocado a lo largo y ancho de la tierra, muchos de ellos sobre zonas de gran riesgo sísmico y a la orilla de los mares más agitables por esos posibles terremotos.
Y a esto le llaman desarrollo. Y dicen que demuestra nuestro dominio de la naturaleza. No me extraña que parezcamos estúpidos.
Incluso a pesar de lo que invita a pensar el video de los trabajadores de Garoña, el ser humano no es estúpido. Algunos desde luego lo son mucho, tanto que se prestan a dar la cara por quienes han hecho de los riesgos nucleares un descomunal negocio. Quienes se enriquecen con estas centrales ni cantarán raps pronucleares ni irán a enfriar los reactores en las zonas de radiación mortal. Por eso, digámoslo claro, aquellos que han provocado esta situación no son estúpidos, sino canallas que han tomado y han impuesto decisiones criminales cuyas consecuencias ni nos atrevemos a imaginar.
Hay quien se deja llevar de buena fe por la propaganda desarrollista. A fin de cuentas, es el conocido como «pensamiento único» pero, por suerte, no es realmente el único. Es hora del pensamiento crítico, de abrir debates serios sobre los modelos sociales, económicos y culturales del futuro. Y es tiempo, también, de señalar con el dedo a quienes nos decían que sin nucleares como la de Lemoiz tendríamos que alumbrarnos con velas y decirles: ¡he aquí el resultado de vuestra apuesta por la energía nuclear!