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Chillida-leku cierra sus puertas definitavemente

«Está claro que no ha habido voluntad de acuerdo por parte de las instituciones»

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Luis Chillida
Director de Chillida-Leku

Luis Chillida lleva prácticamente toda su vida trabajando con la obra de su padre y ahora vive uno de los momentos más amargos de su carrera. El cierre definitivo del museo que dirige no le pilla desprevenido, ya que él y su familia han tomado una «decisión unilateral forzosa» por la «falta de voluntad» por parte de las instituciones. Las negociaciones para viabilizar el proyecto no han llegado a buen puerto, y la pinacoteca situada junto al caserío Zabalaga (Hernani) no volverá a abrir sus puertas.

Ariane KAMIO | DONOSTIA

Poco después de dar a conocer a los trabajadores de Chillida-Leku el cierre definitivo del museo y de que la noticia se expandiese con celeridad por todos los medios de comunicación, el director de la pinacoteca e hijo del desaparecido escultor, Luis Chillida, concedía a GARA esta entrevista en la que desgrana el proceso de unas negociaciones que poco o nada han tenido de fructíferas.

¿Cuáles han sido las principales diferencias entre las partes?

Las principales diferencias han residido en el propio concepto del museo. Nosotros hemos actuado toda la vida de la manera en la que lo hubiese hecho nuestro padre. Él sería el primero que, con las condiciones que nos han planteado las instituciones, jamás hubiese aceptado. Desde hace cinco años, había una serie de condiciones básicas que se plantearon para poder llegar a una negociación. Esas cuestiones básicas residían, por un lado, en la unidad de la obra con su entorno, en la monografía del museo... Para nosotros el museo es un concepto de obra, es una obra más de nuestro padre, no son unas obras, un caserío, unos terrenos; cada cosa no se valora por su lado. No. Todo es un conjunto.

Por otro lado, exigíamos poder tener el derecho de decisión y de veto sobre situaciones que en el futuro nos pudieran preocupar mucho, como en lo que se refiere a la parte artística (programación del museo, actividades...), como en el hecho de tener la capacidad de decisión. Un museo como el nuestro no es sólo la parte material, sino que posee un aspecto inmaterial que se corresponde con su filosofía de vida, de su forma de trabajar... por lo que no podemos permitir que el primer representante que llegue de las instituciones decida qué hacer.

¿Esperaban llegar hasta este extremo?

No, yo desde luego no lo esperaba, y creo que en casa tampoco. Creíamos que llegaríamos a acuerdos para poder mantener este proyecto vivo, pero la verdad es que estábamos viendo que las cosas no iban por buen camino.

Ahora hay que replanteárselo, hay que seguir trabajando con el legado de nuestro padre, manteniéndolo vivo y universalizando su trabajo. El museo era una herramienta más para el trabajo que realizábamos, pero ahora seguirá como lo hacía antes de abrir sus puertas al público en el año 2000. Cuando se trata de un servicio público, el coste es tremendo y para nosotros era imposible plantearnos que esto pudiera ser así para siempre. Diez años del museo nos han costado aproximadamente dos millones de euros que hemos tenido que pagar nosotros. Pensar que esto siguiera así de por vida era algo que no nos podíamos plantear.

¿Considera que ha habido falta de voluntad por parte de las instituciones? ¿Se podría haber llegado a una solución?

Yo lo que considero es que siempre hicimos unos planteamientos muy lógicos. Siempre he dicho que esto hubiera sido posible si se hubiera trabajado en común, y no presentándonos propuestas a cada cual más desalentadora. Eso te va machacando hasta que al final dices: `por aquí no vamos a ningún sitio'. Es imposible. Cada propuesta, en lugar de haber ido a mejor, ha ido a peor, y ya al final te das por vencido. Hemos estado cinco años trabajando en una solución que no ha sido posible.

Blanca Urgell hablaba ayer de deslealtad. ¿Se puede decir que ha sido una decisión unilateral?

Ha sido una decisión unilateral pero totalmente forzada. Esa deslealtad es muy relativa. Llevamos muchos años con muchas cosas, muchas promesas que no se han cumplido. Lo que hemos visto es que las cosas no avanzaban de ninguna manera. La última reunión que tuvimos con ella y con el viceconsejero Antonio Rivera, hablaban de todos estos temas y parecía que nos habían entendido, pero la siguiente propuesta, en lugar de ir en esa dirección, fue al revés. No sé de qué deslealtad está hablando. Serán apreciaciones de cada uno, pero en este caso está claro que no ha habido una voluntad de acuerdo. La deslealtad vendría de nuestra parte hacia nuestro padre si aceptáramos una cosa que él no hubiese admitido.

¿Le queda alguna esperanza de que en el futuro se pueda retomar este proyecto de cara al público?

El futuro es muy largo, no podemos pensar en lo que va a pasar, pero desde luego las condiciones en las que tendríamos que volver a hablar tendrían que ser diferentes a las que teníamos ahora. Incluso el propio interlocutor que tenía el Gobierno Vasco, que no ha sido Blanca Urgell más que en alguna conversación, parece que lo único que pretendía era que se acabasen estas conversaciones. Por lo menos esa impresión nos ha dado a nosotros siempre.

Es una mala noticia para la cultura en general, ¿pero con qué sensación personal se queda usted después de adoptar esta decisión?

Con mucha pena, porque es un proyecto en el que llevo trabajando toda la vida, con la máxima ilusión, con la máxima dedicación. Si no puede ser, pues degraciadamente no puede ser. Pero lo peor que nos podría pasar es que el museo algún día fuese otra cosa, y que cada uno que llegase decidiese lo que habría que hacer ahí, cómo tratar la obra y la vida de nuestro padre. Y para eso no.

En nuestro caso, el museo no le ha costado nada a nadie; ahora mismo estamos pagando las indemnizaciones a todas las personas que han trabajado en el museo. Nuestras responsabilidades las cumplimos, pero lo que no podemos plantearnos es continuar como hasta ahora. Tenemos que buscar otras formas para seguir trabajando con la obra de nuestro padre, un artista reconocido mundialmente. Si eso no se aprecia, o no lo quieren ver así y quieren tener un poder de decisión sobre unos temas que nosotros consideramos que tienen que estar muy cerrados y muy atados, y ellos consideran que habrá que ver cómo se realizan, pues no cabe ninguna otra posibilidad.

Cronología: Desde la adquisición de Zabalaga al cierre del Museo
1982
Eduardo Chillida y Pilar Belzunce adquieren el caserío Zabalaga de Hernani para convertirlo en su propio taller, desde donde desarrollaría sus trabajos posteriores.
 
2000
El escultor y su familia inauguran el Museo Chillida-Leku, ubicado junto al caserío Zabalaga, dedicado exclusivamente a la exposición de las obras del donostiarra.
 
2002
El 19 de agosto de 2002, fallece Eduardo Chillida en su casa de Igeldo, en Donostia, a consecuencia del Alzheimer que padeció en los últimos años.
 
2010
El descenso del número de visitantes en las últimas campañas, y el alto coste del mantenimiento, obligaron a la familia a cerrar temporalmente el museo.
 
2011
A principios de año son numerosas las especulaciones que se realizan en torno al futuro del museo; se llega a decir que podría volverse a abrir de cara al verano.
 
18 de marzo
El 18 de marzo quedará marcado en el calendario como uno de los días más amargos de la historia de Chillida-Leku al comunicarse su cierre definitivo.
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