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Antonio Alvarez-Solís | Periodista

El cinismo francés

Francia ha decidido bombardear, junto con Gran Bretaña, la Libia que permanece bajo el poder de Gadafi. Uno entiende la atracción del petróleo y la permanente voluntad francesa de desalojar a Italia de aquel territorio, afirmación que hago salvando que haya un acuerdo secreto italo-francés para quedarse con esa riqueza, cuyo dominio quiere asegurar también la Brithis Petroleum. O sea que, más o menos, entiendo la repugnante cuestión. Lo que ya no entiendo es el discurso que hace el Sr. Juppé, ministro de Exteriores galo, para justificar los bombardeos: «No podemos abandonar a la población civil y a las víctimas de la represión brutal, no podemos permitir que se derribe la legalidad y la moralidad internacional». Sr. Ju- ppé, por favor ¿no podría usted encontrar otros argumentos para realizar su bombardeo? Diga, por ejemplo, que bombardean porque hay que llegar los primeros al dominio total de unas riquezas. Decir eso es indecente, pero es verdad. Porque Francia, tras su política colonial y sus posteriores represiones de huelguistas, manifestantes y minorías, entre otras cosas, no puede hablar ahora de legalidad y moralidad internacionales. Vietnam, Argelia, Túnez, colonias centroafricanas, acción sangrienta sobre los viejos territorios insulares... ¿Seguimos, Sr. Juppé? Con eso a cuestas no se puede hablar de legalidad y moralidad internacionales. Y menos proclamar que se excluye de la acción mandar a Libia tropas combatientes. Pero ¿es qué los aviadores no son tropas combatientes? Eso es ocupación militar, aunque usted y el pequeño húngaro que está muy afanado en el intento de lavar su sangre originaria, digan lo contrario. ¡Sr. Juppé: basta de cinismo! París tiene las garras ensangrentadas.

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