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crónica: intervención militar en libia

Gadafi aprieta en Bengasi hasta el último minuto

El autor relata cómo vivieron las horas previas al inicio de la intervención militar de las potencias occidentales los combatientes que hacen frente a las fuerzas de Gadafi. Pasaron de la ilusión a sentirse traicionados.

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Manu BRABO I

El viernes, día sagrado para los musulmanes, Bengasi amanecía con la resaca de la celebración por la decisión del consejo de seguridad de las Nacio- nes Unidas. Aparentemente, llegaba otra buena noticia con el anuncio de alto el fuego unilateral e inmediato por parte del dictador Muammar al-Gadafi. Mustaffa, un empresario libio que abastece de internet por satélite a algunos periodistas que aquí se encuentran, desconfía. «Cada vez que Muammar abre la boca es para mentir. Intenta dividirnos», dice mientras le da un largo trago a su café turco. «Si bajáis al frente podréis comprobarlo».

La carretera que lleva al frente está despejada, pero el conductor no se fía. En el primer check point rebelde nos avisan de que la ruta está salpicada de patrullas de Gadafi que se han colado camufladas en la inmesidad del desierto. Quince minutos antes de llegar a la entrada de Ajdabiya el paso está cerrado por un reducto de guerrilleros de la revolución que se reabastecen en retaguardia. Oussama es un ingeniero bengasino que reside en Cambridge desde hace años. Se disculpa y nos explica: «Los com- bates son intensos dentro y en las afueras de Ajdabiya».

Ellos controlan los accesos norte y oeste y parte del centro. Los otros dos accesos y la parte sur de la ciudad, incluido el hospital, son controladas por los mercenarios de Gadafi. «Hay regulares, sí. Pero también he visto hombres de la panafricana y soldados asiáticos».

Durante la estancia en el check point, varios guerrilleros se acercan a suplicar que hablemos de esta brutal violación del alto el fuego. También reclaman la intervención para asegurar la exclusión del espacio aéreo. «¿Dónde están los aliados? ¿Dónde está Francia? ¡Nos están bombardeando!», comenta otro guerrillero en un inglés básico, mientras otros combatientes se juntan a su alrededor hablando y haciendo señas. Están evidentemente nerviosos.

Ya de noche, las comunicaciones en Bengasi habían sido cortadas y se había perdido casi cualquier forma de contactar en el este de Libia. Sólo una pobre conexión con internet vía satélite permitía transmitir informaciones de forma pobre e intermitente. Hacia las diez de la noche se comenzaban a escuchar de nuevo las detonaciones y el tableteo de las ametralladoras en las afueras de la ciudad. Durante la madrugada, se escucharon bombardeos de artillería intensos y los combates eran muy cercanos a la calle Sharia Al-Jezaeer, donde están ubicados tres hoteles utilizados por la prensa.

A las ocho de la mañana, el ruido de los cazas regresaba a la ciudad de Bengasi. Uno de ellos fue derribado. Las informaciones son muy confusas, pero según la cadena de televisión Al Jazeera, el avión puede ser un Sujoy del Ejército rebelde. Esto es improbable para los observadores, pues la fuerza aérea de la revolución es muy escasa y una violación de la zona de exclusión aérea les dejaría en muy mal lugar ante la comunidad internacional.

Yendo a comprobar el derribo del aparato, se ha podido constatar que el alto el fuego declarado por Gadafi es poco más que una burla o trampa para calmar los ánimos de la comunidad internacional. Y si ayer el frente estaba a unos 150 kilómetros de Bengasi, hoy ya se lucha intensamente en el interior de la ciudad, a unos dos kilómetros del Hotel Usu, sede en estos últimos días de las ruedas de prensa del Consejo Nacional Transitorio.

Los tiroteos son intensos y los guerrilleros se afanan en cada lugar para parar el avance de las tropas del dictador. Se siguen escuchando cazas sobrevolando la ciudad y bombardeos de artillería pesada, así como detonaciones de granadas y lanzacohetes. Armados con Kalashnikovs, antiguos fusiles de principios del siglo XX, cócteles molotov, palos o machetes, los guerrilleros tratan de resistir este último envite de los regulares y mercenarios gadafistas.

Así las cosas, la situación es que mientras se esperaba a que las fuerzas aliadas intervengan para evitar una masacre en Bengasi, Gadafi apretaba al máximo con la idea de sentarse a la mesa de negociaciones con la capital rebelde sitiada o en sus manos. Ahora mismo, las informaciones son confusas, pero todo parece indicar que Bengasi se encuentra rodeada y bajo asedio.

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