BOBADAS ALPINAS | Kike de Pablo, alpinista
Fujisan
Las recientes dificultades de la central nuclear de Fukushima difuminan las anteriores imágenes de las masas de agua arrastrando casas, barcos, coches, etc. tierra adentro en el nordeste de la isla de Honshu. Todo ello en una perfecta escenificación del concepto de apocalipsis, palabra muy repetida últimamente.
Como sacado de una película de catástrofes, muy de Hollywood y por cierto bastante tradicional en el universo cultural japonés. Una imagen ahora muy usada en los media, blogs, etc. es la de la Gran ola de Kanagawa, pintura perteneciente a la serie «Treinta y seis vistas del monte Fuji» del pintor conocido como Hokusai (1760-1849). La gran ola, que intentan capear varias embarcaciones y sus tripulantes, enmarca la inmutable figura de la montaña Fuji (3.776m), imagen de la impermanencia y lo eterno, frente a lo fluido y temporal.
Las montañas han encarnado estos conceptos a lo largo del tiempo y a través de muchas culturas, pero el devenir del tiempo las arrastra consigo. A lo largo de mi vida, de ninguna manera considerable como tiempo geológico (a pesar de lo que dicen algunos amigos algo cabrones), he podido ver la destrucción de glaciares, desaparición del pilar Bonatti en el Dru (historia del alpinismo), relieves, etc.
Todo evoluciona hacia su final y el bosque de Aokigahara, en la base N.O. del sagrado Fuji es el segundo lugar del mundo más popular entre suicidas despues del Golden Gate (con más de 500 muertes desde los años 50). El futuro ya está aquí, solo que desigualmente distribuido.