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«Ni el profesorado ni los centros escolares saben cómo actuar con un alumno asmático»

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Javier Korta Murua
Neumólogo infantil del Hospital Donostia

Responsable de la Unidad de Neumología Infantil del Hospital Donostia, firma en el último número de la revista «Anales de Pediatría'', de la Asociación Española de Atención Primaria, el editorial «Asma, educadores y escuela», donde da cuenta del estudio realizado en el ámbito estatal sobre este tema.

Joseba VIVANCO

¿Observan en los últimos años un aumento de la incidencia del asma infantil o es que hay mayor conciencia sobre ello?

El aumento de la prevalencia del asma infantil es real. No es porque se diagnostique más, sino que realmente hay más. Concretamente, en Bilbao, los datos señalan que un 12,2% de niños entre 6-7 años y un 12,8% de 13-14 años padecen la enfermedad. Por tanto, el asma infantil es un problema de salud pública, no sólo porque disminuye la calidad de su vida y sus familiares, sino por los elevados costes sociales y sanitarios que genera.

¿Sabemos las razones?

Barajamos distintas hipótesis, aún sin confirmar. Es posible que uno de los motivos sean las modificaciones de los factores ambientales en las últimas décadas. Lo cierto es que en el origen del asma intervienen factores genéticos y ambientales, y comprender los mecanismos por los que ambos interactúan es de gran interés para establecer estrategias de prevención.

¿Con qué idea inicial se debe quedar una familia cuando le diagnostican asma a un hijo?

Lo primero es aceptar la existencia de la enfermedad, para lo cual es imprescindible comprender lo que significa. Y han de entender también cuáles son las medidas de evitación ambiental a tomar, como evitar la exposición pasiva al tabaco, el contacto con animales si se les tiene alergia, con los ácaros, pólenes y todas aquellas sustancias que pueden provocar una crisis de asma. Eso y hacerles ver que han de realizar una vida absolutamente normal, incluida la actividad físico-deportiva, exactamente igual a la de un niño que no tenga asma.

Dicen ustedes que para el tratamiento es obligada la colaboración familiar, no sólo recibiendo información, sino también haciendo que sea partícipe.

Antes, y todavía ahora, la relación médico-paciente ha sido vertical: el médico es el que sabe y el paciente obedece sin rechistar. Es preciso cambiar ese esquema, sobre todo en relación a las enfermedades crónicas, hacia otro en el que el paciente, y los padres en el caso de los niños pequeños, participen en la toma de decisiones, se corresponsabilicen en la gestión de la enfermedad. Es preciso subrayar, aunque es una obviedad, que no es lo mismo información que educación. La información es indispensable, pero por sí sola no va cambiar los hábitos ni los comportamientos.

Ha participado en un estudio sobre el papel de la escuela y el profesorado en el tratamiento del menor asmático. ¿Cuál es?

Hay que tener en cuenta los datos de prevalencia: en cada clase habrá 2 ó 3 alumnos asmáticos. Éstos, aunque varía según el grado de severidad, tienen mayor absentismo escolar y limitaciones. Los niños pasan un 30% de su tiempo en la escuela, por lo que es muy probable que los profesores se tengan que enfrentar a situaciones y decisiones no fáciles, como el tener que autorizar, supervisar o incluso ayudar en la administración de fármacos inhalados. Otras veces tienen que valorar si los niños con asma participan o no en juegos escolares, actividades deportivas, etcétera, así como decidir cuándo avisar a la familia, cuándo enviarlos a casa o si hay que acompañarlos a los servicios sanitarios.

Sin embargo, ha constatado que hay mucho desconocimiento sobre el asma infantil...

Acabamos de finalizar la primera parte de un trabajo titulado ``Estudio sobre el asma en los centros escolares españoles EACEE'', en el que han participado centros de Donostia, y en él destacan sobremanera varias conclusiones. Una, que ni los profesores ni el centro conocen, en gran medida, la existencia de alumnos asmáticos en sus clases; otra es que la comunicación entre familiares y profesores en relación con la enfermedad es muy deficiente; además, el nivel de conocimientos del profesorado sobre el asma es bajo; hay un reconocimiento generalizado por parte de los profesores de esa deficiente formación; y, eso sí, la mayoría, desea mejorarla.

Pero lo último que quiere hoy el profesorado es meterse a hacer de médico...

El profesorado no ha de sustituir al sanitario, no se le puede exigir más de lo debido, pero, por otra parte, el niño tiene derecho a ser asistido adecuadamente cuando se pone enfermo. Lo que es urgente es que las autoridades, léase Educación y Osakidetza, establezcan una normativa adecuada que delimite claramente las responsabilidades y otorgue cobertura legal a las actuaciones de los profesores y del resto del personal de los centros escolares.

¿Y que la familia tenga una comunicación más activa con el profesorado?

Es evidente que sí.

¿Existe en los centros educativos vascos alguna iniciativa para subsanar esta deficiencia?

Por lo que yo sé, hay algunas iniciativas locales que están tratando de mejorar esta cuestión. Lo que mejor conozco es lo relacionado con este estudio. Tras conocer los datos del mismo, en algunos centros de Donostia hemos comenzado a implementar intervenciones educativas, dirigidas a los profesores, con el objetivo de aumentar los conocimientos sobre asma. Pero es un trabajo que, más allá de acciones voluntaristas, ha de establecerse de forma estable, para lo cual tendremos de convencer a las autoridades correspondientes de su bondad.

 

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«El docente no puede sustituir al médico, pero el niño tiene derecho a ser asistido si enferma»

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