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Una mala noticia que no cabe usar para peor

A la espera de más detalles, y sobre todo de las versiones de las dos partes implicadas, hay que constatar que el enfrentamiento a tiros entre gendarmes y miembros de ETA iniciado el sábado y continuado ayer supone un hecho grave, y más aún cuando deja un herido -afortunadamente no de gravedad-, además de los dos detenidos. Negarlo sería tan ilógico como lo contrario: magnificarlo.

Quien esté siguiendo con cierta atención todo el proceso puesto en marcha en Euskal Herria sabe que habrá dos tomas de postura muy diferentes como respuesta. Por un lado, la de quienes lo utilizarán como el clavo ardiendo al que agarrarse para sembrar dudas sobre la posición de ETA y sobre la credibilidad de la apuesta exclusivamente política de la izquierda abertzale. Y, frente a ellos, la de quienes saben que el futuro pasa por crear un escenario plenamente democrático, como el que se define en el Acuerdo de Gernika, y que por tanto esta acción debe ser analizada críticamente como el ejemplo de lo que no debe volver a ocurrir.

Desde una posición constructiva, es conveniente y necesario emplazar primero a los gobernantes franceses y ETA para que detallen lo ocurrido en torno a ese control de carretera y la persecución y captura posterior; cabe recordar que las versiones ofrecidas hace un año tras el tiroteo similar que costó la vida al sargento Jean Pierre Nérin diferían completamente. Pero sobre todo hace falta ratificar voluntades de avanzar, y también desenmascarar a quienes recurren a este tipo de hechos para apuntalar su inmovilismo (son los mismos, por cierto, que presentaron aquel enfrentamiento de hace un año como la prueba de que ETA no tenía ninguna intención de abrir un alto el fuego).

Este episodio armado obliga, en definitiva, a actuar para que no pase del grado de incidente lamentable pero puntual. Y hace conveniente que se revisen posiciones sobre cuestiones como la verificación, a la que ETA se ha mostrado abierta pero que el Gobierno español rechaza, y que se prefiere materializar, al parecer, a través de «controles rutinarios» tan peligrosos.

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