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Crónica | Incursión en Ajdabiya

«Soldados de Gadafi le pegaron un tiro en la cabeza a mi padre»

A Suleiman Othman, de 63 años, lo mataron soldados leales a Gadafi durante la incursión en Ajdabiya el pasado fin de semana. Los vecinos aseguran que los militares registraban casa por casa para arrestar a quienes aún no habían abandonado el municipio.

Suleiman Othman, de 63 años, fue ejecutado el sábado a las 15.00. Recibió dos únicos disparos, uno en la cabeza y otro en el pecho. Los soldados leales a Muamar Gadafi acababan de irrumpir en Ajdabiya y él intentó cerrar la puerta de su domicilio para que no fuese asaltado. Su hijo, Ali Suleiman, tuvo más suerte. Se encontraba en casa con él, y cuando escuchó las detonaciones, salió para socorrerle. Recibió un tiro en el muslo pero sobrevivió. De su primo Omar, que también les acompañaba en la casa, no han tenido noticias desde entonces. Ninguno de ellos se encontraba armado. Durante semanas se ha especulado sobre los castigos colectivos sufridos por los habitantes de las localidades que se sumaron a la revuelta durante las incursiones del ejército libio. El caso de la familia Suleiman ya no es un rumor.

«Somos civiles, no combatientes», asegura a GARA Ali Suleiman, de 23 años, que se recupera de la herida de bala en El hospital Jalla de Bengasi. El exceso de pacientes provocado por la guerra le obliga a permanecer en el descansillo, junto a un enorme combatiente que no apaga su cigarro a pesar de las graves heridas que le marcan todo el cuerpo. El sábado, cuando las tropas de Gadafi irrumpieron por sorpresa en Ajdabiya, Ali Suleiman se encontraba en su vivienda, Entre las calles Trípoli y Estambul, acompañado por su padre, su hermano Salah (22 años), y sus primos Omar (34) y Saife (25). Como otros vecinos, habían regresado durante la última semana, confiados en que los combates se habían estancado en la entrada de Brega, a 60 kilómetros.

«De repente llegaron muchos coches civiles, pero llenos de soldados que disparaban hacia todos lados. Varios de ellos intentaron entrar en casa», explica el joven, con gesto asustadizo. No deja de mover los dedos de forma casi compulsiva. «Mi padre trató de cerrar la puerta para que no entrasen en casa y le pegaron un tiro en la cabeza», relata. «Yo intenté ayudarle, pero me dispararon en el muslo».

Junto a su cama, su hermano Salah, que resultó ileso, relata cómo después de matar a Suleiman y herir a Ali, cinco soldados irrumpieron en la vivienda, apresaron al resto y los subieron en un pick-up que habían estacionado frente a la fachada. En su interior también cargaron el cadáver. «Nos salvamos gracias a que un grupo de rebeldes atacó desde la calle Estambul. En medio de la confusión, varios vecinos lograron evacuar a mi padre y a mi hermano, mientras que mi primo Saife escapó por su lado», señala.

Omar, la quinta persona que se encontraba en el domicilio, se encuentra desaparecido desde entonces. «Los vecinos nos metieron en un piso seguro», explica Ali, que permaneció durante dos horas con la pierna ensangrentada, hasta que encontraron vía libre para llegar al hospital. De allí, fue inmediatamente trasladado a Bengasi, donde se recupera de la herida. La evacuación no fue fácil. Desde que los soldados irrumpieron en su domicilio, las tropas leales a Gadafi bombardearon Ajdabiya con contundencia. Las columnas de humo negro provocadas por los misiles Grad eran visibles a varios kilómetros de distancia. Los combates, concentrados en torno a la mezquita Fatah, ubicada junto al domicilio de los Suleiman, se alargaron hasta las siete de la tarde, tal y como confirmó a GARA Munir Adris, un miliciano de 22 años al frente de uno de los grupos rebeldes que operan en la localidad. Según relataron el martes los vecinos que todavía permanecen en Ajdabiya, los soldados de Gadafi registraban casa por casa y trataban de arrestar a cualquier persona que no hubiese abandonado el municipio. Relatos como el de la familia Suleiman han generado el pánico en Ajdabiya, que se encuentra prácticamente vacía. Temen que se cumpla la amenaza lanzada por Gadafi cuando se inició la revuelta, que aseguró que perseguiría «casa por casa» a todos aquellos que se opusiesen al régimen.

Con las manos atadas

Su caso no es el único. Como señala el doctor Khaled Mohammed, uno de los diez médicos que aguanta en el hospital de Ajdabiya después de que fuese evacuado, «la mayor parte de los cadáveres que recibimos tenían disparos en la cabeza». Mohammed denuncia que varias personas, sobre las que desconoce si eran combatientes o civiles, llegaron con las manos atadas a la espalda. Para demostrarlo, muestra el único cuerpo sin identificar que todavía permanece en el depósito: un hombre joven con las bridas en sus muñecas. En total, durante el fin de semana se contabilizaron 11 fallecimientos, mientras que otros 13 están por confirmar.

«Querían coger a todos», insiste Ali Suleiman, que recuerda con rabia que «mi padre luchó en la guerra de Chad, peleó por Gadafi». Por eso no deja de pensar en por qué no abandonaron Ajdabiya como hizo la mayoría de sus habitantes. «Pensábamos que era seguro, solo nos habíamos acercado a recoger algo de ropa de la casa y a vigilar por si entraban ladrones», lamenta.

Alberto PRADILLA

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