«Caperucita roja» se pierde por bosques nevados con cielos crepusculares
M.I. | DONOSTIA
El fantástico juvenil es lo que vende y cualquier argumento sirve, ya sea sobre vampiros o licántropos, porque por encima de todos esos elementos genéricos ha de prevalecer el romanticismo virginal con una mentalidad preadolescente. «Caperucita roja» responde fielmente a dicha regla infalible, y su fotografía de tonos crepusculares se encarga de establecer el vínculo estético con «Crepúsculo», también dirigida por la cada vez más conservadora y asimilada Catherine Hardwicke.
El impulsor de este producto taquillero, presupuestado en 42 millones de dólares, es Leonardo Di Caprio a través de su compañía Appian Way. El actor metido a productor ha querido vender el proyecto como imaginativo y original, cuando ya existen un montón de versiones no infantiles del cuento de «Caperucita roja». La más actualizada y urbana es la que el interesante Matthew Bright hizo en 1999 con el título de «Freeway». Y en lo tocante a la introducción de la figura del hombre-lobo, sustituyendo al lobo feroz del cuento tradicional, es de justicia reconocer que fue una idea de Neil Jordan, que sentó cátedra con «En compañía de lobos».
Catherine Hardwicke no añade nada nuevo a su versión, salvo por la utilización de unos decorados góticos que recuerdan a las representaciones de teatro infantil, aunque los únicos que se lucen en la función son los secundarios veteranos, entre los que cabe incluir a un ya crecidito Lukas Haas, además de Virginia Madsen, Julie Christie y Gary Oldman.