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Xabier Silveira Bertsolari

Dudas mudas

El miedo asusta, y habla, y dice mejor no, déjalo para otra ocasión, hasta que lo haga otro... ¿qué necesidad tienes tú de hacerlo ahora? Y en vano será que tú te empeñes que sí, que sí, pues el miedo al miedo es el mayor de los miedos.

La duda ayuda, a dudar; así como saber jugar al ajedrez ayuda -y mucho- a la hora de jugar al ajedrez. No, no, esto va en serio; para desarrollar una estrategia es imprescindible conocer las aptitudes y limitaciones de todos y cada uno de los elementos de los que se dispondrá para realizar tal labor. ¿Que a qué viene esto? ¿A mí me lo preguntas? Tú sabrás, en este recuadro no hay nada escrito, todo es producto de tu imaginación. Una a una, cada letra que lees la escribes tú con la mirada. Sigue, sigue, no te cortes.

El eco de un disparo retumba en mil cabezas que jamás escucharon un revolver silbar. Pero todos miran al cielo e imitan su silbido. Deambulan mientras disimulan sus dudas y las hacen así mudas, y por extensión duras: duras de roer.

Indagar en uno mismo es desagradable cuando no es asqueroso. Saberse víscera de uno mismo, aun, pero verlo...

Mantenemos opiniones impuestas a nosotros mismos, provenientes ellas muy a menudo de bocas o papeles de los que somos fervientes devotos. Cuando no somos sacos de votos, todo sea dicho. Nos hacemos dueños de ideas y creencias que vestimos con una o dos frases (las personas nos vestimos de traje, las ideas de frase) imprescindibles ellas pero no suficientes para dar sentido a conceptos abstractos y ambiguos por naturaleza política de los que ni nos hacemos a la idea -valga la redundancia- de por donde van los tiros. Pin pun, así se dice mi verdad. Pero, el hecho de darle el nombre no oculta nuestra no participación en la concepción de ese ser, de esa cosa, de esa idea. De ello son fruto ellas, las dudas mudas, las dudas que no nos atrevemos a vocalizar ni en nuestro más profundo silencio. Pero, tantas veces pronunciada la palabra en sí, duda, no deja mucho lugar a dudas, todos sabemos lo que significa.

Ahora bien ¿Cómo es una duda mas allá de su nombre? ¿Qué formas toma? ¿Cómo se sabe que una duda lo es seguro? ¿Cómo y por qué se manifiestan? ¿A qué huelen las dudas? Comencemos por el principio que es el fin. ¿A qué huelen? A chamusquina. No falla. Siempre es así. De hecho, el olor a chamusquina lo inventó una duda.

El porqué de sus constantes manifestaciones puede radicar en varias ausencias, siendo la madre de todas ellas la falta de seguridad. O sea, no es que no estemos seguros porque dudamos si no que dudamos porque no estamos seguros. El desconocimiento de alguna de las variantes del tema que nos tiene en ascuas es el motivo. ¿Cómo tendré la certeza de ganarle si no se qué cartas tiene él ni qué cartas faltan por salir? Sin embargo, no es duda todo lo que se tambalea. A veces, las más, se llama duda al miedo. Ello es debido casi siempre al terror que sentimos ante la posibilidad de confesarnos que tenemos miedo. El miedo asusta, y habla, y dice mejor no, déjalo para otra ocasión, hasta que lo haga otro... ¿qué necesidad tienes tú de hacerlo ahora? Y en vano será que tú te empeñes que sí, que sí, pues el miedo al miedo es el mayor de los miedos. Pero algunos no tienen dudas, ni tienen miedo. Del frío, del hambre, de la soledad, hablaremos otro día. Ojalá que les vaya bonito.

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