La OTAN saca pecho mientras crecen las demandas de alto el fuego en Libia
La Alianza Atlántica se comprometió ayer a emplear «todos los recursos necesarios» y mantener sus ataques aéreos en Libia mientras el régimen del coronel Muamar al-Gadafi continúe «dañando y amenazando» a la población. Con la petición de una mayor implicación al resto de países miembros -que, por otra parte, no lograron-, los aliados hicieron oídos sordos a los llamamientos al alto el fuego realizados desde diversas instancias internacionales.
GARA
«Estamos manteniendo un ritmo alto en las operaciones militares y lo haremos hasta que sea necesario» para expulsar del poder al coronel libio Muamar al-Gadafi, señaló ayer el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, durante una conferencia de prensa tras una reunión de los jefes de la diplomacia de los países miembros de la Alianza que se celebró ayer en Berlín.
«Para evitar víctimas civiles, necesitamos un equipo muy sofisticado» y, en especial, «más aviones de combate, de alta precisión» para atacar objetivos terrestres sobre suelo libio, explicó Rasmussen. Aunque dijo estar «confiado» en que los aliados arrimarán el hombro, admitió que, por el momento, no cuenta «con ninguna promesa» de contribución adicional a la operación bautizada como «Protector Unificado».
París y Londres, que asumen el grueso de los bombardeos contra objetivos terrestres en Libia, apoyados sólo por cuatro países -Bélgica, Dinamarca, Noruega y Canadá-, presionaron públicamente a la Alianza Atlántica para que incremente su presión militar que, aseguraron, busca evitar el estancamiento del conflicto.
Las autoridades militares de la propia Alianza reconocieron hoy, a su vez, que querrían ver más de estos aviones participando en los bombardeos, según comunicó a los ministros el comandante supremo de la OTAN en Europa, el general estadounidense James Stavridis.
Otros países como Italia, Estado español, Suecia o Países Bajos han puesto aeronaves a disposición de la organización, pero sin autorizarlos, de momento, para atacar objetivos terrestres.
Italia, según fuentes diplomáticas, es uno de los socios que se plantean aportar más medios a la operación y podría estar en disposición de completar las necesidades, que se cifran en algo menos de una decena de aviones, después de que esta semana seis nuevos cazas británicos se sumaran a la operación.
Casi un mes después de que la coalición internacional decidiera intervenir en Libia para «proteger a los civiles» de las fuerzas de Gadafi y evitar la derrota de los opositores, la salida al conflicto sigue siendo incierta.
Por de pronto, Rasmussen prometió que la OTAN mantendrá «la presión tanto tiempo como sea necesario» para conseguir los citados objetivos.
Menos de la mitad de los 28 países de la OTAN participan de alguna forma militarmente en la intervención en Libia.
A principios de este mes, la Administración estadounidense decidió pasar a un segundo plan y entregó el mando de las ope
raciones que dirigía para evitar abrir nuevo frente bélico después de las experiencias en Irak o Afganistán, dos conflictos que siguen enquistados a pesar del transcurso de los años.
Su secretaria de Estado, Hillary Clinton, aseguró, en cualquier caso, que la Casa Blanca «apoyará con firmeza» la intervención en el país africano hasta derrocar al líder libio.
Clinton dijo a sus homólogos que su país está listo para hacer todo lo necesario, aunque no ofreció sus unidades.
Más que imprescindibles a día de hoy, la OTAN considera que los nuevos recursos son necesarios para mantener el ritmo de las operaciones en el futuro.
Fuera de lo puramente militar, los ministros de la Alianza trataron de lanzar un mensaje de unidad y de compromiso en favor de la población civil libia y en contra de Gadafi.
En un texto pactado por los veintiocho países, la organización se comprometió a proveer «todos los recursos necesarios» a su misión en Libia y a continuar con ella hasta que Gadafi haya detenido los ataques, se haya verificado la retirada de todas sus fuerzas de las calles y el régimen permita el apoyo humanitario a la población.
La cita de los jefes de la diplomacia de los países miembros de la OTAN -que concluye hoy con encuentros con Rusia, Ucrania y Georgia- coincidió un violento intercambio de disparos entre las fuerzas de Gadafi y los rebeldes en Ajdabiya (este), al tiempo que otras tres ciudades fueron bombardeadas por los aliados, entre ellas Trípoli, según informó AFP.
En busca del alto el fuego
Entretanto, el alto el fuego en Libia sigue siendo el principal objetivo de la llamada comunidad internacional.
Los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) o de economías emergentes criticaron ayer «el uso de la fuerza en Libia», al tiempo que mostraron «su profunda preocupación por los disturbios en Oriente Medio y en el norte y el oeste de África».
Las cinco naciones emergentes desean que los pueblos afectados «logren la paz, la estabilidad, la prosperidad y el progreso y ocupen dignamente un lugar en el mundo de acuerdo a las aspiraciones legítimas de sus pueblos», expresaron, en la declaración difundida a la conclusión de la cumbre, celebrada en el sur de China.
De todos los países del BRICS, sólo Sudáfrica votó a favor de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que autorizó los bombardeos internacionales contra Muamar al-Gadafi.
Los otros cuatro, en particular China y Rusia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad, se abstuvieron de votar la resolución por temor de que hubiera víctimas civiles, como después se ha comprobado.
En ese sentido, el presidente ruso, Dmitri Medvedev, señaló que «en nuestra opinión, esto debería tratarse y solucionarse con el uso de medios diplomáticos y no por la fuerza».
También hubo un llamamiento a poner fin al derramamiento de sangre y a comenzar una transición dirigida por el pueblo en El Cairo, donde se celebró una reunión de dirigentes de Naciones Unidas, la Unión Europea (UE), Liga Árabe, Unión Africana y la Organización para la Conferencia Islámica.
«Reiteramos nuestra llamada para un alto el fuego inmediato y verificable», dijo el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que presidió la cita.
Solución política
Asimismo, alertó de la escalada de violencia en el país norteáfricano, ya que cuanto más se prolonguen los enfrentamientos, «la situación únicamente empeorará y se alejará la solución política». Por este motivo, pidió la apertura de un proceso político «inclusivo» a través del cual «el pueblo libio pueda elegir su propio futuro».
«El mundo no debe renunciar. El pueblo libio no se merece menos», agregó Ban desde las oficinas de la Liga Árabe en la capital egipcia, y adelantó que enviará de nuevo a su enviado especial para mantener contactos con todas las partes en conflicto.
En la misma línea se expresó la jefa de la diplomacia de la UE, Catherine Ashton, quien recalcó que, si bien la situación en Libia sigue «incierta», los «principales parámetros para una solución están claros».
«Creemos que el régimen ha perdido toda la legitimidad, debería abandonar el poder y permitir al pueblo libio determinar su propio futuro a través de un proceso de diálogo entre las distintas partes», señaló en una rueda de prensa.
La ciudad de Misrata, bastión insurgente a 120 kilómetros al este de Trípoli, es un enclave asediado y bombardeado por las fuerzas de Gadafi, pero en la zona del puerto la situación alimentaria, médica y humanitaria por el momento no es crítica, constató AFP.Es imposible saber cuántos de los 500.000 habitantes que tenía la ciudad antes del comienzo de la insurrección, el 19 de febrero pasado, quedaron atrapados en este reducto a orillas del mar cuando fue rodeada por las fuerzas leales al régimen. Responsables de la rebelión afirman que nadie partió, pero en la ciudad hubo numerosos testimonios sobre la huida de muchas familias durante los primeros días de combates, antes de que el sitio fuera hermético.Aunque Misrata está aislada del resto del país por vía terrestre, sigue comunicada con el resto del mundo, y sobre todo con Bengasi, la capital de la insurrección del otro lado del Golfo de Sirte, más al este, por vía marítima, lo que permite que uno o dos barcos atraquen diariamente en el puerto. Algunos llevan ayuda humanitaria y, otros, armamento. Michel MOUTOT (AFP)