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Amparo LASHERAS Periodista

Nadar a contracorriente, estimula

Siempre es deseable que el camino que se marca a la gente sea suave, sin pedregales que incomoden el paso. Esa cualidad facilita la mirada del paisaje, relaja y distrae, convirtiendo la obligación del ir, en un paseo que va perdiendo la prisa por el llegar. Desde que estalló la crisis mundial, la clase trabajadora (personas asalariadas cuya vida, lo reconozcan o no, depende de un sueldo) ha emprendido un camino de fácil mansedumbre social que asusta por su silencio, por su individualismo burgués, por esa resignación impuesta por los gobiernos, que de pronto se vuelve patriotera para disimular la bajeza ideológica y jalear las políticas que aniquilan sus derechos.

Sin embargo, en algunos caminos se pueden producir derrumbes y, entonces, las piedras acaban con los paseos conformistas. El 12 de abril, cuatro organizaciones políticas andaluzas, independentistas y de izquierdas llegaron a un acuerdo, considerado histórico, en el que establecieron unos criterios de actuación con el «objetivo común de lograr la liberación nacional y social» del «pueblo trabajador andaluz». Tres días antes, los ciudadanos de Islandia, después de encarcelar a los banqueros responsables de los desmanes financieros, rechazaron por segunda vez la propuesta del Gobierno de pagar la deuda al capital británico y holandés. Es cierto que islandeses y andaluces nadan a contracorriente. Pero ahí están, marcando ritmo contra el sistema. Tal vez sea un buen momento para el estímulo y recordar la canción de Puebla, la que dice, «se acabo la diversión, llegó el comandante y mandó parar...».