Fermin Munarriz Periodista
No hay verbos rotundos, pero hay verbo
Me congratulo por la libertad de Gatza y por sus cercanos. Mucho. Hay pocas cosas que me hayan emocionado tanto en los últimos años -tal vez nunca- como ver a ese hombre tranquilo traspasar el umbral hacia una nueva vida. Y ver que fue el abrazo atropellado de su hija, el primer contacto con una piel ajena fuera de los muros, el que le dio la bienvenida a la libertad. Seguramente, en aquel momento comenzaba la tercera vida de Gatza. La más hermosa. Así sea.
Con Gatza hemos vivido el estremecimiento. Se nos heló la sangre al comprobar cada uno de los días que alguien sobre la tierra es capaz de ensañarse con tanta y tan dilatada crueldad en el castigo. Hemos vivido una guerra -de baja intensidad para los supervivientes-, es cierto. Y quien ha visto alguna vez en su vida un combate sabe de su sonido metálico. El de las armas y el de las cancelas. A los presos vascos -militantes políticos como lo fue Nelson Mandela, pese a quien pese- les aplican la política penitenciaria «más dura de Europa» según sus propios responsables. Los cumplimientos efectivos superan el tiempo de las cadenas perpetuas de los países de la zona. Una venganza silenciada y despiadada, lenta como muerte en vida. Su fin no es sólo castigar; es también quebrantar el aguante del preso, del activista capturado y sometido. Del enemigo. Con la violencia directa, con el aislamiento, con la enfermedad, con la lejanía, con la arbitrariedad o con la saña sobre los suyos. Para quebrar su resistencia y la de su movimiento político. A veces lo consiguen, es cierto. España ha reventado a hombres y mujeres vascos en sus celdas. Pero no siempre. Por ello han prohibido el recibimiento público a Gatza. Él ha sobrevivido a 31 años lentos y sordos, no se ha sometido, y en su pueblo le esperan quienes le han enviado aliento para tan larga travesía.
No estoy de acuerdo con los verbos rotundos: ni vencer ni perder. No se puede llamar victoria a que un hombre recupere su libertad tras pasar 31 años en la cárcel. Tampoco derrota. La metáfora sirve para este pueblo vasco doliente. No se ha ganado; sin embargo, Gatza les ha vencido.