Ultimamente, será por esto de los cambios que se están dando y el nerviosismo que ello genera en algunos, estamos viviendo episodios demasiado curiosos que se asumen con normalidad.

Me dicen que soy una persona «sucia». Que no tengo derecho a ser votado en las elecciones. Porque tener antecedentes es ser una persona «sucia»; ser de la izquierda abertzale es ser una persona «sucia». Aunque más curioso podría resultar que a estas alturas del partido hubiera tenido un historial impoluto.

Pero lo extraño no es eso. Lo incomprensible es que nos lo diga todo un ministro «limpio» como Ramón Jáuregui. Claro que él no tiene nada que ver con los GAL. Ni Rubalcaba. Ni Fraga fue un ministro franquista, ni el PP presenta candidatos imputados en corruptelas. Claro que las planchas del PNV son «limpias», un partido que no tiene nada que ver en casos de corrupción, espionaje y enchufismo laboral. Claro que Beramendi de H1! no gastó miles de euros del dinero de los oiartzuarras para sus comilonas. Claro que prefiero ser «sucio».

Pero la normalidad con la que nos hacen digerir algunas coas da tanta repugnancia, que no puedo con ella. Este fin de semana ha sido muy soleado, con Gatza y la Korrika iluminando Euskal Herria. Pero las brutales torturas que han padecido Aitor Esnaola y Lander Etxeberria sólo me encienden, me hacen apretar muy fuerte el puño y respirar hondo, muy hondo.

Y más aún cuando los también responsables de que la sociedad española sea tan inculta y desinformada, los medios de comunicación, hacen gala de su falso periodismo casi riéndose de que Esnaola estuviera ligado al caserío, al mundo del deporte rural, a los orígenes de la cultura y esencia vasca.

Pues bien, personalmente considero que ese aspecto es uno de los más reseñables. Unos militantes de ETA, unos vascos de los que, para mí, personifican la esencia vasca, el germen nacional, de los que cada vez quedan menos ante el imparable desarrollismo urbano. Y, además, intentar ligar, como lo han hecho, el mundo rural con la ignorancia, simplemente retrata el desconocimiento sobre este país y la incultura española.