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Crónica | XIV Premio Europa de Teatro

El mejor teatro europeo en los majestuosos y prolíficos teatros rusos

Peter Stein cerró las actuaciones de la décimocuarta edición del Premio Europa de Teatro celebrada en San Petersburgo con un Fausto en el legendario e historiado Teatro Alexandrinsky. Con una organización ostensiblemente mejorable y una desigual calidad en los espectáculos de los premiados, se trabaja ya en la edición de dentro de dos con la amenaza de la crisis económica.

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Carlos GIL

Una lectura de «Faust Fantasia», a partir del texto de Goethe, a cargo de Peter Stein, el galardonado con el Premio de este año, dotado con sesenta mil euros, acompañado al piano por Arturo Annecchino, cerró la ceremonia de entrega de todos los galardones celebrada en el majestuoso teatro Pushkin Russian State Academic Drama (Alexandrinsky) y dirigida por Andrey Moguchiy, que también recibió un premio Europa a las Nuevas Realidades Escénicas. Fue el acto final de cinco días donde se han podido ver algunas joyas escénicas, pero también espectáculos que no acaba de entenderse su presencia en estos premios. La impresión general es que han habido algunos fallos de organización, unas circunstancias extrañas, como es que el propio Peter Stein tuvo que dirigir frente al público los focos y el sonido para hacer su actuación final ya que no se le proporcionó la oportunidad de hacerlo antes. Algunas cosas evidentes, y otras más susceptibles de ser opinables, fueron creando un raro ambiente.

Quedan por reseñar las actuaciones de Teatro Meridional, una compañía portuguesa que se fundó junto a varios actores, directores y autores españoles y que durante un tiempo compartieron marca, hasta que se dividieron en el Meridional español y el portugués. Fue la obra «1974» una coproducción con el Teatro Nacional Doña María de Lisboa, con dirección de Miguel Seabra que realmente nos sonó a teatro muy desfasado, fuera de estilo, con actuaciones primarias, dramaturgia muy atropellada y dirección universitaria. Un espectáculo que colocado entre los otros premiados chirriaba. Una lástima.

Peter Stein presentó un gran montaje con el mítico Berliner Ensemble, y con la actuación estelar de Klaus Maria Brandauer a partir de «El cántaro roto», de Heinrich von Kleist, que nos dejó algo fríos al ser una puesta en escena clásica, sin aportaciones aparentes, con unos movimientos de actores bastante planos y un espacio escénico grandilocuente, pero usado simplemente como acotación. Nos sorprendió este trabajo por parecer un trabajo menor, cuando la obra y el reparto apuntaban a mayores cuotas de teatralidad, con una manifiesta falta de ritmo y con un final fuera de lugar en el que se hace un alarde escenográfico que no aporta nada.

Hemos visto grandísimos edificios teatrales; hemos tenido constancia del buen trabajo de los equipos técnicos de esos teatros; hemos asistido a la intervención de los alumnos de teatro en los debates. Esto es innegable, lo mismo que el número de teatros existentes, más de cien, o el nivel de ocupación en las funciones presenciadas, casi siempre al cien por cien. Esta es una realidad positiva. Sólo nos queda una duda, este Premio nacido 1986 con el sostén de la Comisión Europea, no tiene asegurada la edición siguiente ya que la ciudad que lo acoge debe aportar algo más de los dos millones de euros. La crisis económica puede causar estragos.

 

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