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ANÁLISIS | Frente al déficit y a la deuda en EEUU

Presupuesto 2012: El gran robo

El autor defiende que la crisis de los últimos tres años ha enriquecido a quienes la provocaron y ha institucionalizado «el atraco más grande de la historia», que ha permitido que el 1% de los estadounidenses controle en 40% de la riqueza del país.

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David BROOKS «La Jornada»

Podría ser el asalto más grande de la historia, más lucrativo que los robos más famosos de joyas, piezas de arte, bancos, oro; el más atrevido y mejor planeado y ejecutado jamás, mucho más allá de lo máximo imaginado en novelas y películas, y, hasta la fecha, ninguno de los responsables ha sido detenido ni mucho menos enjuiciado.

Por el momento, ha sido el crimen perfecto. Continúa el robo hoy día, frente a la cara de todos, y los responsables y sus cómplices no están escondidos ni han asumido otras identidades. Casi todo lo que han hecho es público y conocido.

Los documentalistas más destacados y premiados del país lo han capturado. Michael Moore afirmó que ante toda la retórica política de que hay que hacer ajustes para reducir el déficit y la deuda gubernamental, el hecho es que no se está enfrentando ninguna bancarrota, ya que «el país está inundado en riqueza y efectivo. Sólo que no está en manos de ustedes. Ha sido trasladado, en el atraco más grande de la historia, de los trabajadores y consumidores a los bancos y los portafolios de los súper ricos».

Charles Ferguson fue premiado con el Óscar al mejor documental este año, «Inside Job», que informa sobre las maniobras de financieros, ejecutivos empresariales, políticos y economistas académicos que llevaron al país a la crisis económica más severa desde la Gran Depresión. Al pronunciar su breve discurso de aceptación ante millones de espectadores en todo el mundo, dijo que de los responsables de este desastre, que tanto daño ha causado a la gente, «ni un solo ejecutivo financiero ha sido encarcelado, y eso está mal».

¿De qué tamaño es este robo? El economista premio Nobel Joseph Stiglitz sintetiza: el 1% de los estadounidenses controla ahora el 40% de la riqueza de EEUU, y cada año goza de una cuarta parte del ingreso nacional. Sus ingresos se han incrementado un 18% en la última década, mientras que quienes tienen ingresos medios los han visto reducidos. Afirma que todo el crecimiento económico en las décadas recientes sólo ha beneficiado a los más ricos, convirtiendo a este país, en términos de desigualdad de ingresos, en uno de los peores del mundo avanzado, situándolo en los niveles de Rusia e Irán.

En un artículo reciente en «Vanity Fair», Stiglitz señala que los ejecutivos que ayudaron a provocar la recesión de los últimos tres años, y cuya contribución a la sociedad ha sido inmensamente negativa, han sido premiados por su trabajo con enormes bonificaciones.

De hecho, los ingresos en salarios, bonos y acciones para los altos ejecutivos se han disparado a niveles superiores a los tiempos anteriores a la recesión, que para ellos ya eran gloriosos. El ingreso medio de los altos ejecutivos en 200 de las principales empresas del país fue de 9,6 millones de dólares anuales en 2010, lo que supone un incremento de 12% con relación a 2009, indicó «The New York Times». La lista de los mejores pagados la encabeza Philippe Dauman, de Viacom, cuyos ingresos fueron de 84,5 millones de dólares; le siguen Ray Irani, de Occidental Petroleum, con 76,1 millones (un 142% más que en 2009), y Lawrence Ellison, de Oracle, con 70,1 millones de dólares. Otros tuvieron en sus ingresos incrementos de más de 200%.

Es decir, las grandes empresas estadounidenses festejan su prosperidad mientras casi todos los demás siguen padeciendo los efectos de la crisis (millones de personas en el desempleo y perdiendo sus viviendas, y uno de cada siete sufre «inseguridad alimentaria»). Las ganancias empresariales en el cuarto trimestre de 2010 aumentaron un 29,2%, el crecimiento más dramático en 60 años.

Así, poco después de ser interrumpido brevemente por la peor crisis económica, continúa el gran atraco.

¿Cómo se permite un traslado de estas dimensiones? Stiglitz, entre otros, explica que el país, en lugar de tener, según la famosa frase de Abraham Lincoln, un «Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», ahora tiene un Gobierno «del 1%, por el 1% y para el 1% (el título de su artículo)».

Recuerda que «virtualmente, todos los senadores estadounidenses y la mayoría de los representantes en la Cámara son miembros del 1% más rico cuando llegan, son mantenidos en sus puestos por el dinero del 1% más rico y saben que si sirven bien a ese 1% de arriba, serán recompensados por el 1% más rico cuando dejen sus puestos». Además, indica, en gran medida los encargados de las políticas comerciales y económicas del Ejecutivo también provienen de las filas de ese 1% más rico.

Con ello, el gran empresariado y sus cómplices políticos han logrado ampliar el poder empresarial a niveles extraordinarios, tanto por fallos recientes en la Corte Suprema que anulan restricciones en su participación financiera en contiendas electorales y por triunfos legislativos constantes en casi todos los casos en que las empresas han promovido cambios en su propio beneficio, como también en el ámbito internacional, en los acuerdos comerciales que privilegian los intereses empresariales sobre las normas laborales y ambientales.

No sorprende, entonces, que mientras el Congreso y la Casa Blanca, como también gobiernos estatales y municipales, debaten qué tanto recortar en los servicios sociales para los más necesitados y cómo despedir a miles de maestros, enfermeras y hasta bomberos, casi nadie se atreve a proponer mayores impuestos para los más ricos y para las empresas, ni mucho menos fiscalizarlos por fraudes, robos y corrupción en el proceso político (algo cada vez más legalizado).

Al contrario: se habla de reducir aún más sus cargas tributarias, a pesar de que algunas no pagan nada. Una de las empresas más prósperas y grandes del mundo, General Electric, que obtuvo miles de millones de beneficios, pagó exactamente cero en impuestos al Tesoro Público el año pasado.

Cuando un ciudadano, tal vez desempleado, con hambre, decide robar un banco o una empresa, sabe que enfrenta a la casi segura posibilidad de ser encarce- lado. Pero parece que aquí, cuando un banco, una empresa o un ejecutivo decide robar, defraudar, corromper, y manipular al público, no se enfrenta a ninguna consecuencia.

Es el crimen perfecto. Por ahora.

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