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SERGIO RAMÍREZ | ESCRITOR

«En muchos sentidos, soy un escritor del siglo XIX. La literatura es el detalle»

Quien fue vicepresidente de Nicaragua durante el primer Gobierno sandinista (1979-1990), Sergio Ramírez, se sirve en su última novela, «La fugitiva» y la número 41 de su carrera literaria, de tres voces femeninas para dibujar el retrato de Amanda Solano, una escritora que buscó el reconocimiento y se ganó el desprecio de la sociedad latinoamericana conservadora de mediados del siglo XX.

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Antonio G.TEJADA-LA JORNADA | MÉXICO D.F.

El narrador nicaragüense Sergio Ramírez (1942) se define como «un escritor del siglo XIX», quien se entrega a la descripción de los escenarios y los personajes para desarrollar sus historias. «La fugitiva» (Alfaguara), su novela más reciente, se sumerge en la biografía de la escritora costarricense Yolanda Oreamuno -Amanda Solano, en el libro- quien narra desde cuatro voces su propia historia y la de tres mujeres de su generación, pero que ven su devenir desde perspectivas diferentes. En palabras de Ramírez, en este libro hay un «motor vital»: la libertad de la mujer en el siglo XX.

¿«La fugitiva» es una novela escrita con la intención de ser una especie de reportaje periodístico?

Así es. La ficción de la ficción aquí es el reportaje. Es decir, me comporto como el periodista que me hubiera gustado ser y nunca fui. Mi primer reportaje tardío lo hice hace dos años sobre Haití. Siempre me fascinó el periodismo y aquí decidí ejercerlo desde la ficción y mediante mi personaje, el periodista Minguella. Sí es intencionado y la estructura es la de un reportaje triple.

En la novela hay cuatro voces narrativas: la del periodista y la de tres mujeres, ¿por qué?

Cuento una historia desde tres perspectivas diferentes, la de tres mujeres contemporáneas a esta escritora. Busco los registros de esas voces en el lenguaje. La primera historia es la de esta vieja aristócrata que vive en un barrio venido a menos, pero que ella sigue ahí con su casa estilo misionero; habla en este lenguaje un poco displicente de las altas clases sociales. La segunda voz es muy vivaz, desenfadada y más intelectual: trabaja en la Biblioteca Nacional, por ese motivo, su lenguaje es más pretencioso. Por último está la cantante que se exilia en México y habla entre mexicano y costarricense.

Llama la atención la minuciosidad en la descripción de la construcción de escenarios y personajes.

Soy en muchos sentidos un escritor del siglo XIX. La literatura es ficción, es el detalle, no es algo genérico sino lo específico. Me gusta entretenerme en el detalle y hacer que el lector imagine a través de lo que yo imagino, tanto en las atmósferas, los paisajes de las ciudades y los personajes. Pienso en Balzac, quien dedicaba sus novelas a describir el barrio, la casa por fuera y por dentro, y mientras no terminaba esa construcción no ponía a los personajes. O Flaubert, otro gran maestro del detalle. Y no es que me compare con ellos, simplemente digo de quiénes he tomado el método de la descripción. «La fugitiva», sin descripción, no sería una novela, pues la historia habla de una época perdida. Por ejemplo, el México de los años 40, que sólo se puede ver en las películas porque en la memoria colectiva ya no está.

Además del México de esa época, también está la historia de Costa Rica, donde usted vivió.

A diferencia de México, la historia de Costa Rica apenas es conocida. Se le conoce por ser un destino turístico, por su selva, su café y por ser un país sin ejército. Pero me pregunto sobre esa Costa Rica sin ejército, cómo evolucionaría esta sociedad conservadora, cerrada, desconfiada.

¿Cómo nace la necesidad de hacer una novela sobre Yolanda Oreamuno?

Conocí al personaje cuando llegué a Costa Rica, en 1964. Sus restos mortales habían sido repatriados antes a México. Oí hablar de ella, vi fotografías, leí algunas cosas suyas y vi que se alejaban de lo que entonces era la literatura centroamericana tradicional, vernácula y costumbrista. Ella hacía una irrupción con una literatura urbana, con influencias de Proust, Woolf, Joyce. Es una gran escritora desconocida en cuya novela «La ruta de su evasión» se ve una gran facultad para la introspección.

La libertad como motor de vida sobrevuela el libro, ¿por qué?

Sí, sobre todo con la libertad de la mujer. Porque la libertad tiene que ver con la voluntad de ser diferente. La mujer quiere ser diferente y declara su derecho de ser así en una sociedad patriarcal, cerrada y pequeña.


 

Escritor y político

Sergio Ramírez nació en Masatepe, Nicaragua, en 1942. Ingresó en 1959 en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de León. En 1960 fundó la revista «Ventana» y encabezó el movimiento literario del mismo nombre. En 1977, fue parte del grupo de los Doce en respaldo del Frente Sandinista de Liberación Nacional que luchaba contra el régimen de Somoza y resultó electo vicepresidente en el año 1984. Hoy en día asegura que «no volverá a la arena política», pero observa con preocupación el futuro de su país. Además, subraya que no se puede «medir la democracia por las excepciones de proyectos autoritarios, populistas» y que «tarde o temprano los gobiernos autoritarios» entrarán en la corriente democrática, que será «la marca de América Latina». GARA

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