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Chernóbil, un retrato clarificador para El incierto futuro de fukushima

Al cuarto de siglo del peor desastre nuclear reconocido, la cortina de humo que lo cubre sigue espesándose cada vez más. Chernóbil marcó un antes y un después en la energía nuclear; Fukushima, sin embargo, está a punto de superar lo que parecía insuperable.

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Ainara RODRIGUEZ I

Ha pasado un cuarto de siglo desde que sucedió; 25 años, si así se prefiere. Pero nada o casi nada a cambiado en una zona donde las heridas siguen conservándose aún a flor de piel. Era un día como el de hoy, del año 1986, cuando el país de la extinguida Unión Soviética gozaba de cierta aprobación internacional gracias a sus avances en la industria armamentística y en la investigación de la alta tecnología. Todo parecía ir viento en popa, hasta que el afán de superioridad frente a países vecinos y una mala jugada del destino, acabaran por arrebatar lo alcanzado en duros años de sacrificio.

Y es que hoy se cumplen 25 años del desastre nuclear en la central de Chernóbil, de aquella desgracia que provocó la muerte por radiación de más de 4.000 personas ¯cerca de 84.000 según grupos ecologistas¯ y desplazó de sus hogares a docenas de miles de vecinos. Fue la apocalípsis, el día del juicio final para muchos, y a un cuarto de siglo de lo acaecido, el futuro sigue sin mostrarse nada alentador, tal y como clarifica el retrato que muestran las instantáneas que llegan desde las cercanías de la ya inactiva central.

No obstante, los fantasmas nucleares del pasado han retornado a un sistema mundial que es aún demasiado reticente en temas de energías renovables. Y es que dicen que la naturaleza es sabía; si le aprietas por un lado, ella te ahogará por otro, como así lo ha demostrado en la crisis nuclear desatada tras el terremoto y el consiguiente tsunami que azotó el pasado 11 de marzo la isla de Japón.

Terribles similitudes

Chernóbil marco en su día, para muchos, un antes y un después en la industria de la energía nuclear. No eran pocas las voces que se alzaban en contra de la utilización de materiales radiactivos; a 25 años del peor desastre de la historia nuclear se puede afirmar, que el parecer de muchos era erróneo, o por lo menos no del todo cierto, como demuestran las 434 centrales nucleares que siguen aún en marcha. A pesar de ser una práctica sumamente arriesgada, se sigue apostando por ello, estando todavía sin esclarecer muchos de los casos ocurridos; y el ejemplo más claro está en el mencionado caso de Fukushima, donde la espesa cortina de humo que cubre la central empieza a generar cada vez más desconfianza, incluso, entre los más expertos.

Las autoridades sitúan la catástrofe japonesa en un termino medio entre Chernóbil y el accidente del año 1979 en la planta nuclear de Three Mile Island, en Pensilvania, Estados Unidos. Los tres han provocado serios perjuicios a la población, pero las autoridades no dudan en jugar a ver quien supera a quien en lo que es una cuestión vital para el ser humano.

Debido al nivel de liberación de radiactividad que causó el siniestro de EEUU ¯nivel 5, accidente con consecuencias importantes¯, lo consideran el más insignificante de entre los tres, a pesar de que provocó el desplazamiento de miles de personas del entorno. La verdad es que son pocos los datos que se conocen sobre el siniestro de Three Mile Island; o si no, intentan quitar hierro a lo que ya se conoce, es decir, que siguen escapándose pequeñas partículas radiactivas al aire, según el Instituto de Pensilvania. Pero la cosa no queda ahí; a sabiendas de todo eso, el Gobierno de Barack Obama acaba de alargar la vida de la central hasta el año 2034. Ahí nada más.

Es normal que, considerando que el accidente de Chernóbil fue el peor de los casos que se conoce, todas las valoraciones y estimaciones se hagan a merced de ello; pero las noticias que llegan desde las entrañas de Fukushima auguran un porvenir aún más mortifero si cabe. Son, presisamente, los pormenores de la central los que copan estos días los titulares de los periódicos, los de esa carrera a contrarreloj por recuperar el control de la central. No obstante, pocos recuerdan ya, que pocos instantes después del accidente, las autoridades japonesas prohibieron ingerir agua y ciertos alimentos básicos por la seria amenaza que suponían para la salud, impedimento que todavía sigue en pie.

Sin embargo, la decisión que más alarma generó fue, sin duda, la que tomó la empresa que gestiona la central (Tepco) de subir el nivel de alerta hasta el máximo de 7, al mismo baremo que Chernóbil, aumentado la angustia en un clima ya bastante caldeado. Pero fuentes gubernamentales japonesas aseguran que los dos casos, en la práctica, no tienen nada que ver, pues los habitantes de Japón nunca sufrirán al mismo nivel que los de Ucrania. Eso sí, no especifican ningún dato que lleve a esa conclusión.

Analistas han seguido muy de cerca la evolución de la crisis japonesa; todos subrayan que, por el momento, los dos casos no se pueden colocar al mismo nivel, no porque uno tenga menor importancia que el otro, sino porque el ritmo de cada uno es completamente diferente. El experto catalán en neurotoxicología Eduard Rodríguez-Farré contó a éste mismo periódico, que el caso de Japón sí era equiparable al de Ucrania, pero en cámara lenta; «en Chernóbil, todo ocurrió en muy poco tiempo, todo explotó de golpe. En el caso de Fukushima ha sido mucho más lento; el problema ha sido el mismo, pero las explosiones se han sucedido en el tiempo, sin haber una gran explosión», subrayó. Es por eso por lo que, a 46 días del «percance», aún no se sepa cual va a ser su verdadera envergadura.

Debate mundial sobre las nucleares

Lo mismo piensan decenas de miles de personas que ayer se manifestaron en varias ciudades de Alemania para reclamar el abandono inmediato de la energía nuclear durante las tradicionales protestas de Pascua, en las que se recordaron las catástrofes de Fukushima y Chernóbil, así como las guerras en Afganistán, Irak y Libia. Varios países no han tardado en remodelar, o por lo menos en prometer el cambio en sus políticas energéticas pero ciertos mandatarios continúan defendiendo lo que es casi indefendible. El director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, Yukiya Amano asegura que la utilización de este tipo de energía es limpia, y que «puede ayudar a superar el cambio climático». Pero a la pregunta de cómo se deberían gestionar las fatales consecuencias tras tales desastres, él mismo reconoce que en los dos casos se han extraído sendas lecciones de las que aprender; eso sí, sin mencionar cuáles son los detalles de esa enseñanza.

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