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Raimundo Fitero

Fantoches

Estos fines de semana largos tienen efectos colaterales tanto en la composición de las plantillas de las emisoras, como en sus contenidos. En alguna radio se han podido escuchar durante dos días, el mismo bloque informativo en las desconexiones matinales. En el bloque de marras, sus contenidos eran inexistentes. Relleno. Pero eso no deja de ser un insulto más a la audiencia. En la televisión estamos más acostumbrados a esas repeticiones en las cadenas 24 horas, o en gran parte de los noticiarios del mediodía que se repiten por la noche. Las mismas noticias, tal cual, metidas con la misma entradilla, aunque hayan pasado muchas horas.

Esa misma sensación tenemos de todo cuanto nos cuentan de los diversos focos de la guerra del petróleo que está emprendiendo Obama y sus muchachos invisibles acompañados de palmeros varios. Los fantoches de la zona, los que han sido «sus hijos de puta», mantenidos y consentidos, los que se han enriquecido por hacer un poco de guardianes de la zona, se han convertido en un plis plas en asesinos, dictadores sanguinarios, y toda esa retahíla de adjetivos grandilocuentes que tienen en el manual del descalificador el tropel de periodistas de infantería que repiten las consignas sin apenas mover el rimel de sus pestañas. ¿Dónde y cuándo acabará esta excursión imperialista tan peligrosa?

Decíamos que los suplentes, los correturnos o los becarios hacen méritos en algunos medios intentando decir la frase más rotunda contra cualquier cosa que huela a resolución pacífica del futuro de los vascos. Está claro que el ejército de conspiradores mediáticos de Mayor Oreja se mueve en una coreografía de paso de semana santa legionario, pero hay algunos aprendices que se apuntan a la lista de chusqueros emergentes y que sueltan perlas cargadas de pestilentes insultos que cuesta descifrar si vienen de unos o de los otros, porque en ciertos asuntos son tan iguales que parecen clones. El tratamiento que EITB ha hecho del Aberri Eguna no lo supera ni Alfredo Urdaci en sus más gloriosos subidones aznaristas. Intereconomía no disimula, ni oculta su ideario, por me temo que en la pública vasca hay más de un submarino.

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