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Recuerdan a Alejandra Pizarnik, la gran poeta argentina, transgresora y audaz

Partidaria de traspasar límites en la vida y en la poesía, Alejandra Pizarnik, la gran poeta argentina que se suicidó a los 36 años, en 1972, hubiera cumplido ayer 75 años.

Ana MENDOZA (EFE) |

Alejandra Pizarnik, cuyo prestigio va mucho más allá de las trágicas circunstancias de su muerte, hubiera cumplido ayer 75 años. Un buen momento para recordar la obra de esta escritora. «El lenguaje de la poesía de Pizarnik es estremecedor y tiene una gran capacidad de subversión», afirmó en una entrevista con Efe la traductora argentina Ana Becciú, amiga de Pizarnik, y una de las personas que intervienen en los diferentes actos que tienen lugar esta semana en Madrid para rendir homenaje a la autora de «La tierra más ajena».

Una exposición con fotografías, manuscritos, cartas, dibujos y primeras ediciones de las obras de Pizarnik; conferencias y la publicación del libro «Dos poemas iniciales», con facsímiles de los poemas y dibujos, figuran entre las actividades organizadas por el Centro de Arte Moderno y la Casa Sefarad.

La vida de Pizarnik está rodeada de cierto malditismo, y a ello contribuye el que se quitara tan joven la vida con una sobredosis de barbitúricos. Pero Becciú aseguró que «su muerte no es lo que da prestigio a su obra», y, de hecho, los jóvenes, que «son los que más leen la poesía de Pizarnik, cada vez se interesan menos por esas circunstancias».

Cercana y juvenil

Lo cierto es que Becciú, que era vecina de Pizarnik en Buenos Aires e iba a su casa «todos los días», ofrece una imagen de la gran poeta muy diferente a la que algunos tienen de ella: «Yo conocí a una Alejandra muy juvenil, con muchísimo sentido del humor y que tenía una extraordinaria generosidad con los jóvenes aprendices de escritor».

Pizarnik mantenía «un gran contacto» con escritores de diferentes generaciones. Pero no solo fue «muy amiga» de autores consagrados. En su casa se reunían con frecuencia «los jovencísimos» César Aira, Alberto Manguel, Arturo Carrera y la propia Becciú, que en 1976 abandonaría Argentina para trasladarse a vivir a Europa. «Leía nuestros escritos, nos los corregía y nos animaba a publicarlos», contó Ana Becciú, quien no dudó en afirmar que Pizarnik «es una de las grandes poetas latinoamericanas del siglo XX».

Casi cuarenta años después de su muerte, «sigue siendo una poeta de una suerte de vanguardia y todavía hay zonas de su poesía inexploradas», afirmó Becciú, experta en la obra de la escritora argentina y encargada de gestionar los contratos de traducción de sus libros.

La obra de Pizarnik «abre puertas» y en sus diarios, publicados en el Estado español por Lumen al igual que su poesía, «se ve la preocupación que tenía por indagar e investigar el lenguaje poético, así como sus preocupaciones estéticas, que no eran frecuentes en su época, al menos en Latinoamérica», añade la traductora y poeta.

Cuando Becciú llegó a Barcelona en 1976 intentó que se publicara la poesía de Pizarnik en el Estado español, pero «nadie la conocía». Hubo que esperar veinticinco años para que por fin viera la luz su obra poética completa, «más los inéditos que había dejado y que, gracias a la madre de Alejandra, se pudieron salvar».

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