A algunos se les llena la boca al hablar del «respeto escrupuloso» a las decisiones de los jueces; de la «independencia» del Poder Judicial español y, sobre todo, de la imperiosa necesidad de dejarles trabajar en paz, como laboriosas hormiguitas, ajenas a presiones ajenas, para que la verdad acabe brillando con luz propia. Y luego resulta que una y otra vez nos demuestran lo contrario.

En «La Razón», el habitual que firma bajo el pseudónimo «Cefas» daba la voz de alarma el pasado martes: «Nadie entendería que el Constitucional fallara de forma distinta que el Supremo en un tema tan trascendente para la sociedad española como es que los terroristas consigan o no regresar a las instituciones». Ya empieza a apretarles un poquito.

Y para disimular, insiste en volver al rollo de la separación de poderes en los estamentos del estado: «No se trata de conservadores y progresistas, sino de respetar el ordenamiento constitucional. ETA y sus colaboradores llevan décadas burlándose de la Constitución y de los derechos humanos, utilizando las instituciones al servicio del crimen y la extorsión. Han sido instrumentos al servicio de su propaganda. Ni ETA ni los batasunos tienen la voluntad de condenar el horror que han provocado durante décadas, asumir las responsabilidades penales y rendirse sin condiciones».

Al articulista de «La Razón» sólo le falta animarse a sustituir al ponente del Tribunal Constitucional y redactar él mismo la sentencia. Sin haber atendido a las partes, claro.

El tal «Cefas», por supuesto, lo tiene muy claro en este asunto y quiere que los magistrados del Constitucional también lo vean con tanta nitidez como él lo ve: «Sortu era una burla contra el Estado de Derecho como ahora lo es Bildu. Por ello, en una interpretación estricta de la doctrina no cabe primar el derecho de participación electoral, porque la coalición no es más que un instrumento de la banda terrorista para regresar a las instituciones. Los magistrados del TC deberían rechazar Bildu de una forma unánime». Y, si no, se van a enterar. Es lo único que le falta decir al defensor de la independencia judicial.