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Crónica | Premios Max

Una obra independiente barre al resto

En una gala muy teatral y con reivindicaciones moderadas, «La función por hacer», de Kamikaze Producciones se hizo con ocho Max, barriendo a todas sus competidoras y dejando la sensación de que existe otro teatro más allá de las estrellas televisivas.

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Carlos GIL

Con temperatura veraniega, la noche del pasado lunes en las puertas del Gran Teatro de Córdoba se concentraron unas docenas de ciudadanos que, para variar, no protestaban contra la SGAE, sino que pedían limpieza en la entrada a los puestos de la Administración, lanzaban consignas contra la Junta de Andalucía y solamente a la llegada de la ministra González-Sinde le recriminaron sobre la ley que lleva su apellido.

Esta décimocuarta edición de los premios Max del teatro estatal constataron la existencia de varios modelos de producción, y que si hasta ahora las grandes productoras, los montajes institucionales y los grandes nombres de cartelera acostumbraban a estar entre los finalistas, este año se ha premiado un modelo mucho natural, el que nace de una idea, se desarrolla en una sala de ensayo y se hace con un equipo comprometido con el proyecto. Así nació «La función por hacer» a partir del texto de Luigi Pirandello «Seis personajes en busca de actor», cuando un director Miguel del Arco y el actor, productor y dramaturgo de Gasteiz Aitor Tejada urdieron el montaje, soñaron, encontraron cómplices para la aventura y poco a poco, función a función, de boca a oreja, lograron que se convirtiera en un éxito por el número de representaciones realizadas. Desde el lunes están avalados por los siete premios Max conseguidos en todas las categorías a las que estaban nominados, a excepción del de mejor actriz. A saber: Mejor Director de Escena, Mejor Productor Privado de Artes Escénicas, Mejor Diseño de Iluminación, Mejor Actriz de Reparto, Mejor Actor de Reparto, Mejor Adaptación de Obra Teatral y Mejor Espectáculo de Teatro.

Esta valoración debe ser considerada de manera expresa como un nuevo síntoma de valoración del trabajo concienzudo, en equipo y sin seguir las normas del mercado.

Se da la paradoja que esta misma obra concurría el año pasado en el rubro de «Espectáculo revelación», y no fue considerado premiable por un jurado no universal, sino compuesto por representantes de las distintas comunidades autonómicas, que este año premiaron a un muy buen montaje, el «Dogville» de los vallisoletanos Producciones Rayuela.

Crisis y preocupaciones

La morosidad de los ayuntamientos, que está poniendo en serias dificultades a muchas compañías, fue una de las reivindicaciones planteadas, al igual que el reconocimiento de figurinistas, escenógrafos, iluminadores y directores como susceptibles de devengar derechos de autor, dado que es una creación que debería ser protegida, como indicó Elisa Sanz, al recoger su premio a la Mejor Figurinista por su trabajo en «Nubes», de Arcaladanza, que se llevó por su parte el de Mejor espectáculo para Niños y Niñas.

Por su parte, la dramaturga y periodista Arantxa Iturbe manifestó su desazón por la realidad del teatro escrito en euskara al recoger su correspondiente premio por «Aitarekin bidaian» (Hika teatroa), ya que concurrían solamente dos obras, la ganadora y «Bestela ondo... ezta?», de Jon Urraza. Se estrenaron algunas más, pero bastante insuficientes y con una marcada tendencia a ser idioma solamente para teatro para niños y niñas.

Entre los premios otorgados por jurados especiales, Laura Kumin incidió sobre la situación de la danza en el Estado l recoger el premio de Nuevas Tendencias concedido al Certamen Coreográfico de Madrid, plataforma que ha propiciado el conocimiento de algunos de los nombres importantes de la danza en nuestros días. Luis Jiménez, director del Festival Quijote de París, que recibió el de la Crítica, se emocionó al recordar a uno de los asiduos a ese encuentro parisino recientemente fallecido: Fernando Urdiales. Precisamente el Max Latinoamericano se otorgó al Festival de Agüimes, subtitulado Encuentro de Tres Continentes, y el alcalde de la villa grancanaria recordó que los municipios están con problemas económicos debido a las competencias impropias que asumen dando servicios al ciudadano que debería cubrir el Estado.

La gran ovación fue para el crítico José Monleón, Premio de Honor, que salió en silla de ruedas, debido a su precario estado de salud, pero con una lucidez extraordinaria recordó sus sesenta años dedicados al teatro y planteó este arte desde una visión moral y política. Le entregó al estatuilla la ministra, que permaneció en una esquina del escenario durante los más de diez minutos que duró el discurso del premiado, quien al ser requerido para ir terminando, se expresó con rotundidad: «Hasta que no acabe, no me voy». Cerrada ovación y todo el teatro puesto en pie. Una voz para la conciencia colectiva. El Teatro sigue vivo.

 

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