CRíTICA cine
«El último exorcismo» ¡Sigue grabando!
Mikel INSAUSTI
En el cine de terror todo lo novedoso dura poco, porque existe dentro del género un desmedido sentido de la explotación comercial que agota cualquier invento antes de tiempo. La técnica del falso documental aplicada al esoterismo está ya más que vista, al igual que hoy es el día en que las películas de fantasmas japonesas no sorprenden a nadie. Es justo aclarar que “El último exorcismo” no pretende dar con ninguna innovación formal, sino que simplemente aplica el recurso de la cámara digital para dar una apariencia verista a una serie de temas clásicos, entre otros el del exorcismo. De no mediar dicho procedimiento a la hora de tratar la imagen, la realización de Daniel Stamm se parecería demasiado a sus referentes de décadas anteriores, empezando por “El exorcista”. Pero también coincide con “La matanza de Texas” en su retrato de la Norteamérica profunda, con “Reborn” en su desentrañamiento de la figura del predicador fraudulento, o con “La lluvia del diablo” en todo lo relativo al satanismo.
El fallo de “El último exorcismo” es que aborda demasiadas cuestiones en una misma película, imposibles de resumir o anunciar en su engañoso título. Me quedo con la primera parte, la relativa al exhaustivo seguimiento de la vida del predicador, al parecer inspirada en un documental de 1972 titulado “Marjoe”. Presenta a un auténtico charlatán que mantiene engañada a su congregación, y cuyos servicios religiosos tratan de llevar al trance a sus fieles, para lo que cualquier discurso funciona, incluso un recetario de cocina, siempre y cuando cada frase acabe con un exaltador «aleluya». Una vez que se entra en el caso de posesión, el relato deriva hacia el fanatismo rural y las sectas satanistas, perdiendo cualquier perspectiva de la realidad e invalidando el supuesto tono documental del planteamiento narrativo. Al final se llega, como no, a esa zona oscura e impenetrable en la cual las cámaras dejan de tomar imágenes y sólo se escuchan en el audio los gritos histéricos.