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Última jornada decisiva

Cejudo toma el relevo a Juanfran para certificar la permanencia de los rojillos

Llegó como sustituto de Juanfran y, además de cumplir sobre el terreno de juego, asumió la responsabilidad de anotar el gol de la permanencia, tal y como hiciese el ahora colchonero hace dos años ante el Real Madrid. Osasuna cumplió con los pronósticos y sacó adelante un compromiso en el que al Villarreal se le notó que no tenía nada en juego. Pandiani se despidió de la afición tras cuatro campañas vistiendo la elástica rojilla.

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OSASUNA 1

VILLARREAL 0

Natxo MATXIN

Sobre el guion previsto. Así fue el encuentro que certificó la salvación rojilla ante un rival que no se jugaba nada y que tampoco quiso hacer sangre en un escenario que se volcó con los suyos. Los de Mendilibar no firmaron uno de sus mejores partidos, pero en esta ocasión no fue necesario tirar de épica como ante el Sevilla. Los rojillos jugarán el próximo año su decimosegunda temporada consecutiva en Primera, estando a un paso de repetir la trayectoria deportiva de la escuadra navarra en los años 80.

La simbiosis de tranquilidad y calidad permitió al Villarreal hacerse con el control del esférico, mientras a Osasuna no le quedaba otra que correr detrás de él. Una situación contrapuesta a lo que suele ser habitual en los comienzos de El Sadar, seguramente motivada por los nervios iniciales de quien se jugaba la categoría en el envite.

Paradójicamente, el dominio levantino no se tradujo en oportunidades y las mejores llegadas fueron locales. Los rojillos se afanaban en probar la eficacia de Diego López antes de abandonar la soltería, enchufando varios disparos, como el de Cejudo (m.5), Sergio (m.17) y, el más peligroso, el de Pandiani con su zurda (m.6), que el cancerbero gallego se encargó de enviar a corner, no sin ciertos problemas.

Pandiani, doble protagonista

Las sucesivas acometidas hicieron que los de Mendilibar le fuesen cogiendo el tono al envite. Otra vez el charrúa fue protagonista al rematar mal con la testa un saque de esquina previamente tocado por Nekounam, mientras que en otra jugada de estrategia el ariete sí que enganchó bien con su cabeza, pero el brazo de Catalá se interpuso en una trayectoria que iba a las mallas. Turienzo no quiso conceder la pena máxima, pese a las quejas de los anfitriones.

El acoso se transformó más constantes a medida que los rojillos se iban haciendo con el control mediada la primera parte. Kike Sola quiso poner su granito de arena con una arrancada (m.24), marchándose de su par y enganchando una fuerte volea, pero centrada, a la que Diego López volvió a responder con eficacia. Nekounam se empeñó en seguir con el fuego de artillería en las cercanías del área rival. Su zurdazo (m.35) se envenenó al pegar en un defensa y el meta villarrealense desviar otra vez a saque de esquina con más dificultades de las que se presuponía a la pelota.

De tanto insistir, llegó el premio, no sin antes padecer con la primera ocasión clara de los visitantes, en las botas de Rossi, al que a punto estuvo de hacerle penalti Sergio. Las piernas de Ricardo abortaron el peligro. Fue el preámbulo del golazo de Cejudo desde 25 metros que sorprendió a Diego López. Para no perder la tradición, Osasuna encaraba la salvación con un trallazo de calidad.

Festejo en la grada

Con el marcador favorable, la escuadra navarra se encogió tras el paso por vestuarios y el Villarreal enseñó sus colmillos casi sin quererlo. Cazorla con un tiro lejano (m48) y Rossi dentro del área, tras caño de Capdevila a Damià, pusieron a prueba a Ricardo, que respondió con suficiencia. Los ataques levantinos fueron el prólogo de uno de los momentos más emotivos de la noche iruindarra. Tras cuatro temporadas en la plantilla osasunista, Pandiani vivió ayer sus últimos momentos con la elástica rojilla y el público le ovacionó, mientras el uruguayo aplaudía en su marcha a la caseta.

Trastabillado ya definitivamente el encuentro, la emoción fue por otros derroteros. Renqueante por una fuerte entrada de Wakaso, el cambio de Nekounam -el iraní no ha renovado y también pudo ser su último partido- y los cánticos de la grada -se recuperaron algunos clásicos como el «Hola don Pepito...»- fueron lo más destacado de un choque que pedía a gritos su final.

Llegados a este punto, ambos equipos habían ya certificado un pacto de no agresión que se prolongó hasta el final. La invasión del césped por una multitud de aficionados al ritmo del Riau-Riau puso el colofón a una noche festiva inolvidable.

 

 

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