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Fermin Munarriz Periodista

El fantasma sigue entre nosotros

Está entre nosotros; el franquismo nunca se marchó. Tampoco de tierras vascas. Y sus secuelas, aunque pudieran parecer imperceptibles, siguen siendo perversas. Es el temor sordo, la vetusta impunidad del vencedor, la llovizna fría y pertinaz que empapa como un orden natural.

Lo ocurrido recientemente con el «Diccionario Biográfico Español» es apenas una muestra elocuente de la soltura con que siguen campando los hijos del caudillo. Sólo alguien que se siente seguro e inmune a la indignación y a las leyes se atreve a seguir llamando «cruzada» o «guerra de liberación» al golpe de estado de 1936, «normalizar la vida ciudadana» a los fusilamientos en la retaguardia, o «terroristas» a quienes lucharon por la democracia desde el maquis. Y para más escarnio, con dinero público. El fantasma está entre nosotros; nunca se marchó.

La tolerancia y el temor reverencial ante actitudes de este tipo se siguen colando por las rendijas de lo cotidiano 35 años después de muerto el dictador. Recientemente ETB emitía un documental coproducido con TVE sobre Carrero Blanco. Una vez más, Leoncio Calle, el concejal de la Falange (!!!) de Santoña, localidad natal del frustrado sucesor de Franco, advertía con absoluta naturalidad que nunca permitiría la retirada del monumento en su honor. Habría muertos por las dos partes, amenazaba. Un monumento coronado con un ángel y, por cierto, defendido por la propia alcaldesa del PSOE. ¿Se imaginan algo parecido con Goebbels en Alemania?

Sin embargo, no hay constancia de que haya sido procesado el individuo. Al parecer, es parte de lo pintoresco de la historia. De la que todavía mantienen a raya sus conmilitones. Aquí, en Euskal Herria, en cambio, Tasio Erkizia acaba de ser condenado a un año de cárcel por depositar una flor ante un retrato de Argala. Y Otegi cumplió 15 meses de cárcel por un acto similar. También los hijos del almirante golpista glosaban la figura del progenitor. Todo el mundo tiene derecho a pensar que su padre es una bella persona. Pero también todo el mundo tiene derecho a llamar a las cosas por su nombre.

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