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Raimundo Fitero

El curcifijo

Hoy puede ser un gran día. Despertaremos con ilusiones, repasaremos los periódicos, seguiremos atónitos las disposiciones generales a convertir los resultados electorales en un mercado persa, y a la hora del vermú, podremos pagar una ronda de más, porque será necesario escuchar las explicaciones, de unos y otros, para poder entender en qué lugar del proceso nos encontramos. Desde luego, se ha roto la inercia. El mapa político vasco está en erupción, y el primer brote puede verse en muchos municipios hoy, aunque de cualquier manera todo se irá colocando en su sitio en los próximos meses. Es decir el futuro es nuestro, vamos caminando y parece que bien orientados. Ahora llega la hora de la verdad, la de gobernar, tomar decisiones, esbozar la esperanza.

Mientras tanto debemos observar los movimientos telúricos existentes, y mirando a la televisión nos encontramos con los esperpentos levantinos de la caverna donde habita la Naranja Party. Ver Les Corts Valencianes, ocupadas por imputados en corrupciones variadas, un ex-director general de la Policía Nacional presidiendo un parlamento con un crucifijo portátil, a modo de intención fanática religiosa beligerante que marca territorio, mientras en la calle, la misma Policía Nacional muele a palos a los indignados, o simplemente a los ciudadanos que intentan mostrar su disconformidad con lo que sucede en esos lugares tan alejados de la voluntad de la sociedad, forma parte de nuestra dosis cotidiana de realismo sucio. Esos tipos forman parte de un comando antidemocrático, un tumor purulento en un sistema tumoroso.

Las castas políticas de partidos instalados en la bipolaridad de gobierno son percibidas por la ciudadanía como un problema. Cuando existen más opciones, se resquebrajan todos sus recursos de bloqueo y existen mayores probabilidades de que la gobernación se acerque algo a las necesidades generales. Mientras tanto, cuando vemos esas actitudes tan enmarcadas en una concepción del poder más cercana al absolutismo de la edad media, ese crucifijo, en concreto, como símbolo, las ganas de participar directamente en la acción política se incrementan de manera geométrica.

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