El Quinto Real -Kintoa- es un excepcional escenario de montaña para practicar el deporte del montañismo, un espacio natural de horizontes abiertos y de relevante libertad, bien conservado, un parque Natural no catalogado que bien merece protegerse.

De dilatada historia, destaco los pueblos que adornan los valles y también de donde proviene su nombre. En el caso de este monte, hace referencia al tributo impuesto por la monarquía navarra sobre el ganado de cerda extranjero que se introducía en los montes reales en épocas de pasto (bellota, hayuco)

Los del valle del Erro estaban exentos, pero no los de Baigorri, que debieron abonarlo hasta el siglo XVIII con la quinta parte de sus cerdos. De este impuesto nacieron las denominaciones de Quinto Real, País del Quinto y Kintoa. La ruta se inicia en el valle de Aldude, también así conocido (aldu `álto' y bide `camino'. A los cordales cimeros se les conoce como ultrapuertos.

El precioso circuito que desde este rincón de Mendia sugerimos nace en la coqueta aldea de Esnazu, y termina en el cercano Urepel, cerrando casi completamente un círculo. Por lo tanto, se deben coordinar dos coches.

En Esnazu, el mendizale seguirá la carretera de Pamplona durante 2 kms. aproximadamente. En el momento que cambia de vertiente, a la derecha se inicia un ancho camino que se dirige al SW, en suave ascensión a través, primero de bosque, y después de largas pendiente pastizales totalmente pirenaicas, a las que se llega tras superar una gran borda en altura y unas bordas de cazadores.

Cierra el horizonte el primer objetivo, el rocoso Hargintzu, y por sendas de ganado el excursionista traza su itinerario. Lo normal es bordearlo por la izquierda, y por un pendiente corredor trepar las pedrizas cimeras por el Sur. Es un mirador excepcional, y lo que desde allí se contempla, reconociendo cimas y collados, es inolvidable. Hacia el SO, redondo y amable se reconoce el punto principal del macizo, el Okoro.

El deportista deberá seguir ahora las balizas rojiblancas del GR 11, travesía del Pirineo por el Sur de la cadena, pero antes de atravesar la alambrada conductora no deberá omitir la ascensión olvidada de un pico más relevante, también rocoso, que exige negociar los pasos, hasta alcanzar su cumbre coronada con un viejo buzón. Es Loilrutzeko Harria, totalmente ninguneado en el planeta de las cimas del sector.

Okoro ya esta más cerca. Hay que separarse del ramal y tras salvar el cercado-muga de los dos estados llegar a la cumbre. Durante todo esta primera parte de la travesía, los montañeros han estado vigilados por el piramidal y gigante Adi, la próxima referencia. Hacia allí deben dirigirse, tomando de nuevo el cordal balizado por el GR. Con dos posibilidades que una señal ética dirige a los excursionistas, en descenso, hacia el tradicional paso de Urkiaga. Y de nuevo a ascender por un bucólico hayedo, sin necesidad de ascender al Esnezelaieta (facultativo). En trayecto a media ladera se alcanza el estratégico Isterbegi ko lepoa, bajo el monte del mismo nombre y que se supera por la derecha -Este-. Se debe echar la vista atrás para disfrutar del recorrido y para sentir la capacidad del hombre para viajar por las montañas.

Hasta aquí llega una pista, primero rural y después cementada para alcanzar las altas bordas. Urepel -pronto visible- queda muy abajo, en el fondo del valle. Y ahora al deportista no le queda más que disfrutar de un largo pero rápido descenso -si se está en buena forma física-, salvando la pista por numerosos atajos del antzinako bidea que aún se conserva. Una antena será la referencia y, ya cerca del pueblo, pasará delante del caserío Xalbadorrenea, del mítico bersolari Xalbador, que bien merece fotografiarse. Urepel, localidad solitaria donde parece que el tiempo se para, recibe a los marchadores con sus brazos abiertos tras 6,30 horas de ruta efectiva y una memorable y deportiva excursión montañera, que les ha permitido intimar con la naturaleza. Es recomendable almorzar aquí repasando las vivencias de la jornada.