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Belén MARTÍNEZ I Analista social

De historias, memorias y olvidos

Tras veinte años de mandato y un estrepitoso naufragio electoral, Odón/Robinsón anota en su cuaderno de bitácora/blog, refiriéndose a Bildu: «Ahora que puede llegar la paz, pretenderían cambiar la memoria y reescribir la historia». He aquí el logos esencial de Elorza/Crusoe. Para el ex alcalde, la irrupción de la coalición –y la posibilidad de que gobierne la ciudad– supone la superación dialéctica, el fin de la historia de Fukuyama, un quiebre del espacio habitable y de la convivencia. Las palabras de Elorza originan un cortocircuito en su discurso anterior y contradicen los hechos, puesto que Alternatiba formó parte de su equipo de gobierno.

Sería conveniente que Elorza analizara los modos y la forma en que él ha asumido su sitio y posición en la tarea de construcción de la paz y la memoria histórica, actuando como si a él –y solo a él– le fuera encomendada secretamente esa misión. Con ínfulas de candidato al premio Sájarov, Odón se había autoasignado la mesiánica tarea de «regeneración moral de la ciudad», refundándola en 2016. ¡Ahí es nada!

«Ironía de la comunidad», como dice Hegel a propósito de una Antígona desobediente, mientras Elorza sueña que Aiete es Villa Grimaldi, y sus jardines el Parque por la Paz, colectivos ciudadanos y desarraigadas existenciales combaten la ignominia y la infamia señalando y recuperando lugares, revisitando el nomenclátor y visibilizando las violencias que no cuentan: las naturalizadas, las camufladas y la verdadera «violencia sin sujeto», de la que nos da cuenta Gerstenberger. A la institución que Elorza presidía parecía no interesarle demasiado su labor.
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